"Estudios anteriores habían mostrado una caída aguda en la actividad física durante una exacerbación de la EPOC. Ahora hemos observado que esta caída en la actividad física tiene un efecto importante y duradero. Las frecuencias de exacerbación más altas se asocian con disminuciones más pronunciadas en la actividad física", ha explicado la investigadora del ISGlobal Heleen Demeyer.

El estudio, que ha publicado la revista 'European Respiratory Journal', ha descubierto "un hallazgo inesperado", que fue que dos o más exacerbaciones moderadas tratadas sin ingreso hospitalario "resultaron en una disminución a largo plazo de la actividad física equivalente a la de un evento grave con hospitalización, lo que confirma la importancia de la prevención y el manejo temprano de las exacerbaciones independientemente de la gravedad", según Demeyer.

El estudio se basó en datos de 141 pacientes de cinco centros sanitarios europeos en Grecia, Escocia, Inglaterra, Bélgica y los Países Bajos.

Así, los investigadores midieron la actividad física usando acelerómetros y recopilaron el número y la severidad de las exacerbaciones sufridas durante un seguimiento de 12 meses, y al mismo tiempo evaluaron la percepción de los pacientes de su actividad física.

Aunque el estudio no identifica los mecanismos específicos responsables de la disminución observada en la actividad física, los investigadores plantean dos hipótesis: que la disminución podría ser consecuencia de una pérdida en la capacidad funcional de ejercicio o que un empeoramiento de los síntomas durante una exacerbación podría conducir a una mayor inactividad y, por tanto, llevaría a los pacientes a un círculo vicioso de síntomas e inactividad.

"Los pacientes con exacerbaciones frecuentes constituyen un fenotipo de enfermedad específico con un peor pronóstico, específicamente una pérdida más rápida de la función pulmonar, un mayor empeoramiento del estado de salud y una reducción sustancial en la cantidad de actividad física", según la investigadora del ISGlobal y coordinadora del estudio, Judith García-Aymerich.

"Nuestros resultados apoyan la promoción de intervenciones para aumentar la actividad física después de una exacerbación, como los programas de comportamiento combinados, cuando sea necesario, con la rehabilitación pulmonar", ha concluido García-Aymerich.