La pregunta es ¿cómo elegir el pescado para comerlo de forma responsable?. La clave está en la información que aparece o que debería aparecer en la etiqueta -dónde ha sido capturado, si es salvaje o cultivado-.

Cuanto más cerca se pesque el ejemplar, mejor. Porque si proviene del Índico o del  pacífico tiene que hacer un largo viaje hasta llegar a nuestra mesa. Su transporte en barco supone grandes emisiones de co2, principal causa del cambio climático.

Otra recomendación, es mejor que el pescado sea salvaje a que se cultive. Por ejemplo, el salmón criado necesita entre cuatro y cinco kilos de otros peces para engordar un kilo; además hay que emplear muchos colorantes para conseguir el tono anaranjado que lo caracteriza, color que no tiene en cautividad.

Por último es importante rechazar a los inmaduros. Como decía la famosa campaña “pezqueñines no, gracias”.  Si el pez no ha alcanzado su madurez no se ha podido reproducir ni ha contribuido a mantener la población. Pero lo cierto es que muchos inmaduros llegan directamente a restaurantes y pescaderías sin pasar por los controles obligatorios.

Consumir especies capturadas con anzuelos y redes artesanales es lo mejor. Las artes industriales, en las que apenas hay selección de lo que se captura , son muy agresivas. En la pesca de arrastre del langostino, por ejemplo, en la que una red permanece abierta atrapando todo lo que encuentra a su paso,  hasta el 90% de lo que capturan las redes se tira por la borda por no ser la especie objetivo.

Comer pescado es saludable pero es importante que nosotros, como consumidores, tengamos la suficiente información en las etiquetas, para poder elegir correctamente.