Tras los 400 ejemplares de ballena piloto que han llegado a las costas de Nueva Zelanda, ahora una nueva partida de 240 cetáceos han quedado varados.

De la primera llegada másiva, 300 ejemplares han muerto pero, gracias a un grupo de numerosos de voluntarios, el otro centenar de ballenas ha vuelto al océano gracias a una cadena humana formada por este equipo de salvamento.

Pero una nueva llegada de 240 ballenas a la zona de Golden Bay ha incrementado el problema de este fenómeno sin precedentes. Sin embargo, estos últimos ejemplares están consiguiendo por si solas desencallar y volver a alta mar.

Los expertos desconocen el motivo de este hecho y manejan la hipótesis de que son las corrientes marinas las que llevan a la confusión y desorientación de estos cetáceos, de forma que alteran sus sistemas sensoriales.

El gobierno de Nueva Zelanda ha expresado también su temor de que los cadáveres de las 300 primeras ballenas que aún siguen en las playas puedan explotar, debido a los gases que tienen en su interior.

"Los cadáveres se hinchan, hay un montón de bacterias en sus estómago, y el intestino realmente sale disparado desde el animal", ha declarado el portavoz del Ministerio de Conservación de Nueva Zelanda, Andrew Lamason.

Un grupo de personas ya trabajan para evitar que esto ocurra.