El año 2015 batió todos los records de calor: la temperatura media ascendió 1ºC respecto a la media registrada en la era preindustrial, según la Organización Meteorológica Mundial.

Si las temperaturas siguen esta misma tendencia, para 2100 se alcanzará un aumento de temperaturas de entre 2,7 y 3,5ºC, según los expertos.

Ante este escenario, el clima será cada vez más árido y seco en la cuenca mediterránea, considerada una de las zonas del planeta más vulnerables al cambio climático.

Para entender cuál será la respuesta de ríos y ecosistemas, un equipo de científicos catalanes ha analizado las consecuencias del aumento de la aridez en el territorio mediterráneo. Los investigadores evaluaron los principales impactos del cambio climático en tres cuentas de tamaño medio en Cataluña. Concretamente, las cuencas de Fluvià, Tordera y Siurana.

“Estas cuencas son comparables en superficie, representan climáticamente un gradiente latitudinal a lo largo de la franja litoral catalana e incorporan además una diversidad interna de condiciones ambientales y de usos”, señala a Sinc Diana Pascual, investigadora del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF) y autora principal del trabajo.

Los resultados revelan que entre 2076 y 2100, los caudales de los ríos sufrirán reducciones generalizadas que serán más severas en las cabeceras de las cuencas de condiciones húmedas (Fluvià y Tordera), cuyo caudal descenderá de media en un 34% aproximadamente. En el Fluvià, el escenario climático más severo, se alcanzará el 48%. En el caso de la cuenca más árida, Siurana, el caudal disminuirá un 25% de media.

Además, “se esperan cambios en la estacionalidad de los caudales”, alerta Pascual. En verano y otoño, los ríos experimentarán un descenso del 30% y el 50% respectivamente.

“Durante períodos de tiempo más largos, el caudal de los ríos será inferior al caudal ecológico o de mantenimiento, que es el caudal que necesitan para asegurar el buen funcionamiento de los ecosistemas vinculados a este medio. El efecto será más marcado en las cabeceras de las cuencas de condiciones húmedas”, recalca la investigadora.