Jonathan vive en Santa Helena, una isla británica en el océano atlántico. A sus admirables 184 años, cuesta creer que esta tortuga nunca hubiera recibido un placentero e higiénico baño.

El veterinario de la isla, Joe Hollins, decidió que por fin era hora de bañar a esta enorme tortuga y con la ayuda de una esponja, un cepillo y jabón quirúrguco se puso manos a la obra. El caparazón de Jonathan albergaba mucha suciedad, incluso excrementos de aves.

Una vez consiguió quitar toda la suciedad, el veterinario descubrió que los anillos que tienen las tortugas en el caparazón y que sirven para saber la edad, habían desaparecido. Aunque la gran tortuga quedó como nueva, el veterinario le ha cambiado la dieta para que su salud no se resienta. ¡184 años a las espaldas le pesan a cualquiera!