La sociedad científica señala que las aves ligadas a los campos de cultivo son, precisamente, las más amenazadas en la Península Ibérica y que dentro de estas, el sisón una común es una de las especies que más está notando estas consecuencias.

En 2016, la población de sisón común se ha reducido a la mitad en los últimos diez años y, "de seguir esta tendencia, se acercará a la extinción", según los datos provisionales del II Censo Nacional del Sisón, realizado por la organización conservacionista.

Eduardo De Juana ha lamentado que al sisón "no se le ha hecho caso, ha pasado desapercibido, porque la gente no lo conoce", y sin embargo es una especie "muy característica" de la península sobre la que España tiene una "enorme responsabilidad", al ser el país europeo que mayores poblaciones alberga. 

La evolución negativa de las poblaciones de sisón y del conjunto de las especies asociadas a los campos de cultivo se debe sobre todo a la destrucción o transformación de su hábitat, campos de cereal y pastizale,  por prácticas agrícolas intensivas y uso de pesticidas. 

De hecho, ésta, junto con la codorniz común, el alcaudón real y el escribano cerillo, son las más amenazadas de las 25 especies de aves propias de medios agrícolas españolas, que, según datos recogidos en el programa Sacre de SEO/BirdLife, acumulan un retroceso global del 23% entre 1998 y 2015. 

El sisón común, cuya área de distribución se extendía desde el oeste de Europa y noroeste de África hasta las estepas de Asia central, se ha extinguido en numerosos países, en África sobrevive una mínima población en Marruecos y en Europa existen ejemplares en España, Portugal, Francia, Cerdeña y sur de Rusia. 

El sisón es una avutarda pequeña, de entre 700 y 900 gramos de peso, cuya área de distribución se extendía antaño desde el oeste de Europa y el noroeste de Africa hasta las estepas de Asia central. 

Se trata de un ave de 700 a 900 gramos de peso y de un plumaje pardo poco llamativo que le permite camuflarse en los campos de cereal y los pastizales secos que constituyen su hábitat, aunque en primavera los machos mudan sus plumas para adquirir una vistosa combinación blanca y negra, visible a gran distancia. 

En esa época, se desplazan a sus tradicionales cantaderos, lugares de cortejo, donde inician un ritual que combina patadas en el suelo, reclamos vocales y saltos con aleteos para llamar la atención de las hembras.