Es indudable que el consumo de pescado es más que recomendable en nuestra dieta habitual, de hecho, recomiendo la puesta en práctica de una dieta Altlántica que no es otra cosa que un programa de alimentación mediterráneo con un mayor consumo de pescado y marisco. Los frutos del mar nos aportan grasa omega 3 entre otros nutrientes indispensables para tener una salud de hierro. La alimentación de los peces, que también "son lo que comen", como nosotros, se basa en el placton, microalgas o pequeños peces. Alimentos saludables que indirectamente llegan a nuestros platos.

Pero desgraciadamente, la mano del hombre ha contaminado nuestros mares de metales pesados procedentes de nuestra actividad industrial, adulterando la dieta de los pescados que luego nos comemos con contaminantes químicos que no estamos preparados para eliminar, por lo que los vamos acumulando en nuestro organismo y en el de las futuras mamás que transmitirán a sus bebés a través de la placenta y de la leche materna.

Los organismos oficiales de seguridad alimentaria ya están alertando de que estos metales pesados se encuentran en ocasiones en dosis superiores a las máximas toleradas. Incluso a dosis bajas, parece que pueden producir problemas de  fertilidad, retraso en el desarrollo cognitivo en los futuros bebés, neonatos y niños, cáncer y numerosas patologías que desconocemos. 

Si a todo esto le sumamos las numerosas erupciones volcánicas que han afectado en los últimos años a nuestros mares, depositando metales pesados en los mismos, tenemos como resultado que la raza humana probablemente sea el animal que más concentración de metales pesados tiene, y lo peor de todo, desconocemos los efectos reales que puede tener, ya que jamás nos alimentamos con tantos metales pesados de pescados que vivieron en aguas en las que se vertieron residuos que el hombre lleva utilizando 3500 años. Afortunadamente la legislación ambiental está tratando de regular este descontrol, como en el caso de las pilas con mercurio y los tubos fluorescentes.

Los metales pesados y otros peligrosos contaminantes están en la cadena alimentaria, esperando ser ingeridos en pescados grasos. Cuanto más viejos sean los animales que comemos, y más grasos, más contaminados. Los peces predadores, como el tiburón o el emperador, pueden llevar más de diez años almacenando metilmercurio, la forma más tóxica del mercurio, antes de llegar al plato. Está en nuestras manos el reducir el consumo de metales pesados por ejemplo eliminando el consumo de peces depredadores, como el pez espada, cuyo consumo en niños, embarazadas y lactantes nunca debe superar los 100 gr. por semana. En el caso del atún, no se debe ingerir más de 2 veces por semana.

En resumen, recomiendo comer pescado, azul como el salmón, blanco como la merluza pero dejar el pez espada en la cúspide de nuestra pirámide alimentaria, en espera de nuevos estudios y de la esperanza de que nuestros mares vuelvan a ser lo que eran.