Los niños deben tener un peso normal, sin excesos, para que lleguen a la adolescencia y a la edad adulta sin sobrepeso. De este modo, tendrán menos probabilidades de sufrir enfermedades cardiovasculares o diabetes.

Por eso, cuando un niño padece obesidad o sobrepeso, es muy probable que se deba a los malos hábitos nutricionales de la familia. La clave del éxito sería modificar la conducta alimentaria del niño y para ello es imprescindible el compromiso de todos los miembros de la familia.

Siempre que un niño comience una dieta, ésta debe estar siempre, sin ninguna excepción, controlada por un pediatra, para no caer en regímenes que reduzcan el creciemiento del pequeño.

Los alimentos prohibidos para un niño que intenta perder peso son, sobretodo, el azúcar, la mantequilla, la bollería industrial y los refrescos azucarados. Todos estos alimentos deberían eliminarse de la dieta habitual y quedar relegados solo para ocasiones especiales.

Cabe destacar que lo más importante y efectivo es hacer ejercicio, al menos dos veces a la semana, para perder peso y mantener una vida saludable.