Además de los cuidados diarios imprescindibles como la limpieza, hidratación, revitalización y fotoprotección, existen épocas en las que es aconsejable cuidar más a fondo nuestra piel, como en invierno, cuando debemos protegernos del frío y la sequedad.

En invierno la piel cambia por los cambios del clima: recibe menos luz y sufre más frío y viento. Además, en esta época del año se producen más problemas retencionales, que empeoran el acné. Además, el contraste que hay entre los sitios con calefacción y el exterior provoca pequeñas inflamaciones subclínicas en la piel, empeora las rosáceas y aumenta las inflamaciones. En definitiva, las pieles sensibles pasan por su peor momento del año.

Las personas con una piel sensible a los cambios ambientales deben usar siempre cremas para pieles sensibles.

Sin duda, este tipo de pieles son las que necesitan más atención en invierno: necesitan protegerse de los cambios de temperatura con cremas específicas y, si es necesario, los que tengáis este tipo de piel tendréis que acudir al dermatólogo o dermatóloga para que os indique un tratamiento adecuado, en caso de necesitarlo.

En el caso del resto de pieles -normales, mixtas o grasas-, necesitarán mas renovación para evitar problemas retencionales, por lo que es interesante realizar exfoliaciones una vez a la semana o mascarillas que limpien la piel.

En invierno tendrás que seguir usando fotoprotección solar, aunque el día esté nublado, porque la piel recibe radiación. En cuanto a la hidratación nuestra piel necesitará más que en verano, por lo que deberemos añadir antes de nuestra crema hidratante un serúm hialurónico.

Pero la piel no se nutre solo con crema, también con la alimentación y la hidratación. Además, controlar el estrés y dormir un mínimo de 8 horas nos ayudarán a tener una piel cuidada y sana.