Un nuevo estudio, dirigido por John A. Rogers, profesor de Ciencia de los Materiales e Ingeniería en la Universidad de Illinois, y Wilson Ray, profesor de Cirugía Neurológica de la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington, en St. Louis, ambas en Estados Unidos han explicado que sensores similares se pueden adptar para el seguimiento postoperatorio en otros sistemas del cuerpo. 

"Es una nueva clase de implantes biomédicos electrónicos ,subraya Rogers, quien dirige el Laboratorio de Investigación de Materiales Frederick Seitz en Illinois. Este tipo de sistemas tienen potencial a través de una serie de prácticas clínicas, donde los dispositivos terapéuticos o de seguimiento se implantan o ingieren, realizando una función sofisticada y, a continuación, reabsorbiéndose inocuamente en el cuerpo después de que su función ya no es necesaria".

Tras una lesión cerebral traumática o cirugía cerebral, es fundamental vigilar al paciente la hinchazón y la presión en el cerebro. La tecnología de monitoreo actual es voluminosa e invasiva, según Rogers, y los cables restringen el movimiento del paciente y obstaculizan la terapia física durante la recuperación. 

Como requieren un acceso continuo cableado a la cabeza, estos implantes también conllevan el riesgo de reacciones alérgicas, infección y hemorragia e, incluso, podrían exacerbar la inflamación que están destinados a monitorear. 

Los nuevos dispositivos incorporan la tecnología de silicio soluble desarrollada por el equipo de Rogers en la Universidad de Illinois. 
Los sensores, de tamaño más pequeño que un grano de arroz, se construyen en hojas muy delgadas de silicio, que son naturalmente biodegradables, que están configuradas para funcionar normalmente durante un par de semanas y, a continuación, se disuelven por completo y sin causar daño en los propios fluidos del cuerpo.

"La estrategia final es tener un dispositivo que se pueda colocar en el cerebro, o en otros órganos en el cuerpo, que se implante en su totalidad, íntimamente relacionado con el órgano que se desea supervisar y pueda transmitir señales de forma inalámbrica para proporcionar información sobre la salud de ese órgano, permitiendo a los médicos intervenir si es necesario para evitar problemas mayores.

Después del periodo crítico que se desee monitorear, se disolverá y desaparecerá", ha explicado Rory Murphy, neurocirujano de la Universidad de Washington y coautor del trabajo.