Este tipo de inyecciones desencadenan una respuesta de nuestro sistema inmunitario, que reconoce al microbio invasor, genera anticuerpos, que son proteínas que nuestro sistema inmunitario produce naturalemnte para luchar contra las enfermedades; recuerda la enfermedad y el modo de combatirla.

De esta forma, si en un futuro volvemos a estar expuestos al microbio contra el que protege la vacuna, nuestro sistema inmunitario podrá destruirlo de forma rápida y eficaz antes de que empecemos a sentirnos mal.

La OMS afirma que las vacunas son una forma inocua de inducir una respuesta inmunitaria sin causar enfermedades. Porque "nuestro sistema inmunitario está diseñado para recordar. Tras la administración de una vacuna contra una enfermedad concreta, quedamos protegidos contra ella, normalmente durante años, décadas o incluso para toda la vida. Por eso las vacunas son tan eficaces", destacan desde a organización.

En definitiva, en lugar de tratar una enfermedad cuando aparece, evitan que nos enfermemos.

Cuando una persona se vacuna contra una enfermedad, su riesgo de infección también se reduce, por lo que es mucho menos probable que la transmita a otras personas.

Cuantas más personas se vacunen, menos personas serán vulnerables y se reducirán las probabilidades de transmisión del agente patógeno entre personas. Estos es lo que se conoce como 'inmunidad colectiva'.

Esta inmunidad se consigue cuando un alto porcentaje de la población ha recibido la vacuna y se dificulta así la propagación del virus porque no hay muchas personas que puedan contagia.