El estudio muestra la utilidad clínica de rastrear el aumento y la caída del ADN tumoral circulante (ctDNA) en la sangre de los pacientes antes y después de la terapia. Así, los médicos podrán determinar cómo responde el paciente al tratamiento dentro de los días o semanas posteriores al inicio de la terapia, en lugar de esperar hasta que la terapia se complete entre cinco y seis meses después.

El linfoma difuso de células B grandes es el tipo más común de linfoma no Hodgkin. Por ello, los pacientes pueden responder de formas muy diversas al tratamiento.

El ADN circulante del tumor se libera en la sangre al morir las células cancerosas. Aprender a elegir y leer estas secuencias de ADN entre los miles o millones de otras secuencias no cancerosas en la sangre puede proporcionar información de valor sobre el curso de la enfermedad y la efectividad de la terapia. Recientemente, los científicos han demostrado que el seguimiento de ctDNA también puede predecir la recurrencia del cáncer de pulmón semanas o meses antes de que surjan los síntomas clínicos.

En dicho estudio, los investigadores rastrearon los niveles de ctDNA en 217 personas con este tipo de cáncer que fueron tratados en seis centros médicos, tres en Estados Unidos y tres en Europa. Para cada paciente, compararon los niveles de ctDNA antes de comenzar el tratamiento con los niveles después de la primera y segunda ronda de quimioterapia convencional. Luego, correlacionaron esos cambios con el resultado de cada paciente.

Los resultados fueron que el ctDNA era detectable antes del inicio de la terapia en el 98% de las personas estudiadas. Y la cantidad de ctDNA en la sangre disminuyó en todos los pacientes una vez comenzado el tratamiento. Sin embargo, las personas cuyos niveles de ctDNA cayeron cien veces después de la primera ronda o trescientas en la segunda ronda tenían muchas más probabilidades de vivir 24 meses o más sin experimentar una recurrencia de la enfermedad que aquellos cuyos niveles de ctDNA disminuyeron más lentamente.