Este hallazgo podrán servir algún día para identificar de forma rápida y económica el daño cerebral, no solo en personas con Alzheimer, sino también con otras enfermedades neurodegenerativas como la esclerosis múltiple, la lesión cerebral traumática o el accidente cerebrovascular.

"Esto es algo que sería fácil de incorporar en una prueba de detección en una clínica de neurología", afirma uno de los autores del estudio, Brian Gordon, profesor asistente de Radiología en el Instituto de Radiología Mallinckrodt de la Universidad de Washington, Estados Unidos.

La prueba detecta la cadena ligera de neurofilamentos, una proteína estructural que forma parte del esqueleto interno de las neuronas. Cuando las neuronas cerebrales se dañan o mueren, la proteína se filtra hacia el líquido cefalorraquídeo que baña el cerebro y la médula espinal y, desde allí, al torrente sanguíneo.

Se ha demostrado que hallar altos niveles de proteína en el líquido cefalorraquídeo de una persona proporciona pruebas sólidas de que algunas de sus células cerebrales se han dañado.

Pero obtener líquido cefalorraquídeo requiere una punción lumbar, a la que muchas personas se resisten a someterse.

El autor principal Mathias Jucker, profesor de Neurología Celular en el Centro Alemán para Enfermedades Neurodegenerativas en Tübingen, junto con Gordon y sus colegas de todo el mundo, estudiaron si los niveles de la proteína en la sangre también reflejan daño neurológico.

Se dirigieron a un grupo de familias con variantes genéticas raras que causan Alzheimer a una edad temprana, generalmente en los 50, 40 o incluso 30 años de una persona.

Estudiaron a más de 400 personas que participaron en el estudio DIAN, 247 que tienen una variante genética de inicio temprano y 162 de sus familiares no afectados. Cada participante había visitado previamente una clínica DIAN para donar sangre, someterse a exámenes cerebrales y completar pruebas cognitivas.