Las mascarillas, las restricciones de movilidad y el distanciamiento social ayudan disminuir nuevos contagios a corto plazo, pero no tener en cuenta los efectos climáticos en los modelos epidemiológicos presenta un vacío que puede causar efectos adversos a largo plazo.

Los modelos tradicionales para predecir el comportamiento de una epidemia contienen solo dos parámetros: la tasa de transmisión y la tasa de recuperación. Ambas tasas se suelen tratar como constantes, pero los autores de esta nueva investigación consideran que no es la realidad.

La temperatura, la humedad relativa y la velocidad del viento juegan un papel importante en una pandemia. Por ello, los investigadores intentaron modificar los modelos típicos teniendo en cuenta estas condiciones climáticas con la tasa de infecciones transmitidas por el aire (AIR).

Cuando aplicaron el índice AIR a los modelos de París, Nueva York o Río de Janeiro, pudieron predecir con precisión el momento del segundo brote en cada ciudad, lo que sugiere que dos brotes por año es un fenómeno natural que depende en gran medida de las condiciones climáticas.

Además, el comportamiento del virus en Río de Janeiro fue diferente debido a variaciones estacionales en los hemisferios norte y sur.

Para los autores es importante tener en cuenta estas variaciones estacionales para diseñar las medidas de seguridad en una pandemia.

En las pandemias sin una vacunación masiva y eficaz, la planificación de los gobiernos deben ser a más largo plazo y considerar los efectos del clima para diseñar las pautas de salud pública y seguridad en consecuencia. Esto podría ayudar a evitar respuestas reactivas en términos de confinamientos estrictos que afectan negativamente a la vida y economía globales.