Desde la AETAPI subrayan que el autismo no es una enfermedad. Se trata de una condición que, en ocasiones, puede verse afectada por distintos tipos de trastornos mentales, fisiológicos, etc.

En general, las personas con Trastornos del Espectro Autista suelen tener dificultades para entender las relaciones sociales, comunicarse o para actuar de manera imaginativa. Sin embargo, aunque hay personas con autismo que pueden presentar dificultades en cuanto al aprendizaje, hay también distintos grupos con TEA, con capacidades intelectuales iguales o superiores a la media.

Este trastorno se caracteriza, como aseguran desde AETAPI, por unas alteraciones en las competencias sociales, “que dificultan el establecimiento de relaciones interpersonales y la participación social”. Por otra parte, constituye también una serie de “alteraciones en las habilidades de comunicación verbal y no verbal” y un ámbito muy restringido en los intereses y actividades de las personas autistas, que vendría a traducirse “en comportamientos repetitivos”.

El autismo está relacionado con diferentes genes, que derivarían en distintos tipos de TEA, con distintos grados. No obstante, a diferencia de otras alteraciones, en este caso no existe una base genética identificada. Algo que se ve afectado también por los factores ambientales que alteran la genética. Por ello, a pesar de que la ciencia establecería en torno a los 18 meses la detección de este tipo de trastornos, no existe un claro indicador en los niños con autismo.

El mejor “tratamiento” para personas con autismo surge de la atención temprana para mejorar su calidad de vida y desarrollo, así como evitar el falso mito de segregar a los niños con TEA para protegerlos. Puesto que la mejor forma de conseguir que progresen, se encontraría en la inclusión social.