Las variantes genéticas asociadas con el tipo de sangre A pueden estar relacionadas con un riesgo mayor de sufrir un ictus temprano, según el meta-análisis publicado en la edición online de ‘Neurology’, la revista médica de la Academia Americana de Neurología.

Los investigadores analizaron todos los datos disponibles de estudios genéticos que incluían el ictus isquémico en adultos jóvenes, que es causado por un bloqueo del flujo sanguíneo al cerebro.

El autor del estudio Braxton D. Mitchell, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Maryland, explica que los tipos de sangre no-O ya se habían relacionado previamente con un riesgo de ictus temprano.

No obstante afirma, que los resultados del presente meta-análisis muestran una relación más fuerte entre estos tipos de sangre con el ictus temprano en comparación con el ictus tardío, y en la vinculación del riesgo sobre todo con el tipo de sangre A.

“Nuestro meta-análisis sugiere que las variantes genéticas vinculadas a los tipos de sangre A y O representan casi todas las vinculadas genéticamente con el ictus temprano. Las personas con estas variantes genéticas pueden ser más propensas a desarrollar coágulos sanguíneos, que pueden provocar un ictus”.

El meta-análisis revisó 48 estudios sobre genética e ictus isquémico de Norteamérica, Europa y Asia.

Los estudios incluyeron a 16.927 personas con ictus y a 576.353 personas que no sufrieron un ictus. De las personas con ictus, 5.825 tuvieron un ictus de aparición temprana y 9.269 tuvieron un ictus de aparición tardía.

El ictus de aparición temprana se definió como un ictus isquémico ocurrido antes de los 60 años y el ictus de aparición tardía como el ocurrido después de los 60 años.

Los investigadores examinaron todos los cromosomas para identificar las variantes genéticas asociadas al ictus. Encontraron una relación entre el ictus temprano y la zona del cromosoma que incluye el gen que determina el tipo de sangre A, AB, B y O.

A continuación, dividieron a los participantes por los tipos de sangre A, AB, B y O. Compararon la prevalencia de esos tipos de sangre en personas con ictus temprano, ictus tardío y personas que no habían sufrido un ictus.

Los resultados del meta-análisis

Los investigadores descubrieron que las personas con ictus tempranos tenían más probabilidades de tener el tipo de sangre A y menos de tener el tipo de sangre O en comparación con las personas con ictus tardíos y las personas sin ictus.

Tanto las personas que sufrieron un ictus temprano como las que sufrieron un ictus tardío también tenían más probabilidades de tener el tipo de sangre B en comparación con los controles.

Al analizar a las personas con ascendencia europea y comparar a 5.825 personas con ictus temprano con 29.320 personas que no habían sufrido un ictus, el meta-análisis descubrió que el 48% de las personas con ictus temprano tenían el tipo sanguíneo A, en comparación con el 45% de las personas con ictus tardío y el 44% de las personas sin ictus.

También descubrieron que el 35% de las personas con ictus precoz tenían el tipo de sangre O, frente al 39% de las personas con ictus tardío y el 41% de las personas sin ictus.

Después de ajustar el sexo y otros factores, los investigadores hallaron que los que tenían el tipo de sangre A tenían un 16% más de riesgo de sufrir un ictus temprano que las personas con otros tipos de sangre.

Los que tenían el tipo de sangre O tenían un 12% menos de riesgo de sufrir un ictus que las personas con otros tipos de sangre.

La doctora Jennifer Juhl Majersik, miembro de la Academia Americana de Neurología, valora positivamente la nueva aportación del trabajo al conocimiento sobre el desarrollo y cambios del ictus de aparición temprana.

“Esto podría conducir a tratamientos preventivos específicos para ictus de aparición temprana, lo que podría dar lugar a una menor discapacidad durante los años más productivos de las personas”.