El estudio de la plasticidad cerebral asociada a la práctica musical es uno de los mayores intereses de la neurociencia. Según los investigadores, tocar un instrumento musical o cantar a nivel profesional, conlleva una gran entrada de estímulos sensoriales y motores que incrementan la actividad cerebral en áreas como la corteza auditiva, la corteza somatosensorial y la motora, todas ellas fundamentales para la percepción musical y la ejecución instrumental. Sin embargo, en el entrenamiento musical también es fundamental la percepción del propio cuerpo.

Un estudio previo, realizado en la Universidad de Tübingen, en Alemania, en colaboración con el 'Grupo de investigación en Neurociencia Cognitivoafectiva y Psicología Clínica' de la Universidad de las Illes Balears, ha demostrado que los músicos profesionales tienen una mayor percepción de la información corporal, en comparación con personas sin ningún tipo de enfrentamiento musical.

Otro estudio de esta institución ha encontrado que los músicos también tienen aumentada la percepción a los estímulos dolorosos en comparación con la población en general. Ambos sugieren que, de manera indirecta, las regiones del cerebro implicadas en la detección e integración sensorial podrían estar también experimentando cambios debido a la práctica continua con el instrumento musical.

Ahora, los investigadores de la UIB, han explorado la organización de las redes neuronales de la ínsula, una región cerebral clave para la integración y percepción sensorial. Se ha estudiado la conectividad de esta región con otras áreas del cerebro, mediante el uso de la resonancia magnética funcional, una técnica de imagen que permite medir los cambios metabólicos que ocurren en el cerebro.

Para ello, se comparó el cerebro de los músicos con el del resto de la población y se observó que los primeros tenían un incremento de la conectividad funcional de la ínsula con regiones relacionadas con la detección y el procesamiento de estímulos (corteza cingulada anterior), procesamiento de información y el control (cortex prefrontal), así como con el sistema de recompensa y procesamiento emocionales (corteza orbitofrontal).

También se observó que los profesionales con más experiencia tenían una mayor conectividad con regiones del cerebro básicas para la práctica musical, como son las regiones del procesamiento sensitivo-motor (corteza motora y somatosensorial primaria), y las del procesamiento auditivo y visual (corteza auditiva primaria y occipital).

Los científicos han extraído la conclusión de que la práctica musical genera cambios a nivel de la organización de las redes neuronales, quizá para reducir los tiempos de integración sensorial durante la práctica musical y mejorar el tiempo de reacción instrumental. A su vez, los resultados demuestran que la práctica musical puede generar cambios a nivel de información corporal.

Este estudio ha sido realizado en colaboración con investigadores de la Univerdidad Ramón Llull y de la Universidad de Aarhus, en Dinamarca.