Cuando alguien cerca de nosotros bosteza, apenas tenemos capacidad para resistirnos porque nuestro deseo de hacerlo se incrementa. Es algo parecido al contagio y, según los investigadores, es individual para cada uno de nosotros.

Este descubrimiento puede ser particularmente importante para comprender la asociación entre la excitabilidad motora y la aparición de los ecofenómenos en una amplia gama de enfermedades que se relacionan con el aumento de la excitabilidad cortical y/o disminución de la inhibición fisiológica como la epilepsia, la demencia, el autismo y el síndrome de Tourette.

El bostezo cuando otra persona lo ha hecho se desencadena de forma involuntaria al observarlo, lo mismo ocurre cuando se imitan las palabras o las acciones de otro de manera automática. Esto no solo les pasa a los humanos, sino que a los chimpancés y a los perros también les pasa.

Para extraer estas conclusiones, se estudió el vínculo entre la excitabilidad motora y la base neural para el bostezo contagioso a través de una estimulación magnética transcraneal de 36 adultos mientras veían videoclips de personas que bostezaban y se les entrenó para resistir el bostezo.

Se grabó a los participantes en todas partes y se contabilizaron sus bostezos y bostezos retenidos. Además, se registró continuamente la intensidad de la necesidad de bostezar percibida por cada participante. Con la TMS también fueron capaces de incrementar la necesidad de bostezar.

La investigación ha demostrado que el impulso se incrementa tratando de detenerse a sí mismo. Gracias a la estimulación magnética transcraneal (TMS), que se utilizó para cuantificar la excitabilidad cortical motora y la inhibición fisiológica de cada participante, se pudo predecir la propensión al boceo contagioso en todos los voluntarios.

La TMS podría ser afectiva en la modulación de los desequilibrios en las redes del cerebro, según los investigadores.