María Terrado tiene 85 años y todavía no sabe lo que es vivir con una cobertura telefónica de calidad, igual que el resto de los 273 habitantes de Oencia, una pequeña localidad de León donde la digitalización no ha llegado.

Hasta hace unos meses, su única vía de comunicación con el exterior era el teléfono fijo, gracias al repetidor que se encuentra en un monte cercano. Ahora, si levanta el teléfono, solo oye un ensordecedor ruido que le indica que sigue sin señal.

“Si le pasa algo, o quiere llamar a una ambulancia, no puede”, relata a Levanta la cabeza su nieta de 29 años, Laura Pombo, que admite que está “cabreada” con la situación. Lleva un mes sin saber cómo se encuentra su abuela y, si quiere comprobar su estado, debe desplazarse 50 kilómetros desde Ponferrada, la ciudad donde reside.

Pombo es teleoperadora de profesión y gerente de un establecimiento de reparación de teléfonos móviles, por lo que está familiarizada con la tecnología. Con la esperanza de encontrar una solución para las personas mayores como su abuela, ha comenzado una campaña en redes sociales para visibilizar la situación de Oencia.

[[LINK:EXTERNO|||https://www.instagram.com/p/Catz8N5s7nv/?utm_source=ig_embed&utm_campaign=loading|||

Ver esta publicación en Instagram

]]

Una publicación compartida de Oencia (@oencia24566)

“Lo hago sobre todo por mi abuela, porque me da mucha pena que igual no pueda llamar por teléfono en los años que le quedan de vida”, admite Pombo.

Pero el problema no acaba ahí. Oencia es uno de los pueblos que conforman la denominada España Vaciada, y al problema de la falta de cobertura, se le une el de la falta de servicios básicos.

Hace tiempo que las entidades bancarias y cajeros automáticos abandonaron sus calles, por lo que, para las personas mayores, la única forma de tener dinero es pagar un transporte que los acerque al cajero más cercano o pedirle a sus familiares que saquen efectivo y se lo lleven en persona.

Sí, efectivo. Porque allí los datáfonos no existen, y la palabra Bizum no forma parte de su vocabulario. Porque en Oencia ya no quedan tiendas, tan solo una furgoneta que sube al pueblo una vez por semana para llevarles los productos básicos a los vecinos.

Tampoco cuentan con un centro de salud. En caso de urgencia, acude el médico de guardia más cercano. Pero al no tener cobertura, no pueden avisarle. Ni pueden hacer la consulta por vía telefónica. Ni pulsar el botón de socorro para que alguien les asista.

Para más inri, ni siquiera el acceso a pueblo es el más idóneo. Según Pombo, la carretera a Oencia está descuidada y es peligrosa. “Si tienes un accidente, no puedes marcar al 112 para pedir auxilio. Hay muchas zonas ciegas donde no hay cobertura”, asegura. Pero desde Protección Civil lo desmienten.

Pombo ha intentado averiguar el motivo de los recientes fallos de señal del teléfono fijo. En el pueblo solo hay línea de cobre de Telefónica, alimentada por una antigua central ya desmantelada y de difícil acceso. Arreglar el problema de la cobertura conllevaría una inversión de 100.000 euros, que el Ayuntamiento de Oencia dice no poder asumir.

"Estamos abandonados"

Contactamos al alcalde del municipio, Arsenio Pombo. A los segundos de llamada, tenemos que finalizar porque se entrecorta. “Sí, es que estoy en Oencia y no tengo cobertura”.

Segundo intento: WhatsApp. Ahora, sí. Si funciona es porque una empresa privada ofreció hace unos años la posibilidad de tener internet a través de ondas de radiofrecuencia. Pero la señal es débil y no llega a todos los puntos del pueblo.

La voz de Arsenio suena pesimista, como si ya hubiese tirado la toalla. Dice haberse puesto en contacto con Telefónica y con la Diputación de León. Ambas instituciones le han prometido intentar solucionar el problema del fijo y las condiciones de la carretera, pero no le dicen cómo y la fecha más temprana que le dan para retomar la cobertura móvil es 2023.

¿Su única solución? Esperar a que las promesas se cumplan y aguantar, como mínimo, un año más mientras permanecen en la misma situación.

“Estamos abandonados de todas las administraciones, de los bancos, de todo. No nos ponen alternativa ninguna”, denuncia el alcalde a Levanta la Cabeza.

A sus 25 años, la economista Noelia Lolosoto también lleva esperando desde que tiene uso de razón a tener cobertura en Oencia. Vive a 45 minutos, en Villafranca del Bierzo, pero sueña con poder visitar su pueblo en verano, y teletrabajar desde allí mientras pasa tiempo con su yaya Purificación.

“Mi abuela es una de las personas que más quiero en el mundo y la tengo allí sola, al final. Nos necesita y es muy triste que ella quiera hablar con nosotros o decir que se encuentra mal y no pueda”, expresa Lolosoto.

Mientras la digitalización avanza en el concepto del metaverso, y desarrolla nuevos algoritmos para las redes sociales, la población mayoritaria de Oencia envejece, la falta de servicios básicos impide que las nuevas generaciones puedan establecerse allí, y aboca esta localidad berciana a la desaparición.