Hace muy poco Papa Noel y los Reyes Magos dejaron en sus casas juguetes tecnológicos. Los hay de mil clases. Han triunfado los que se conectan con nuestros móviles, tabletas o directamente a internet. Hay drones o vehículos teledirigidos con cámara que graban o transmiten imágenes; están los robots o muñecos que graban, reproducen o reconocen la voz del menor para interactuar con él; también funcionan los que interactúan con una aplicación en un móvil y el niño puede jugar contra otros usuarios o compartir fotos del juego; y por último, están esos relojes o pulseras que permiten enviar mensajes o navegar por internet. Muchos de ellos recopilan información personal del menor durante el juego y la almacenan. A través de micrófonos, cámaras o geolocalizadores pueden conocer datos personales del niño y la familia: horarios, gustos, localización o imágenes del entorno doméstico. Estos juguetes conectados están ayudando al aprendizaje y la maestría digital de los más pequeños y también a que los padres puedan ejercer un mayor control, pero existen riesgos relacionados con el mal uso de esa información. Los niños no lo manifestarán pero también tienen derecho a mantener la privacidad.

El Instituto Nacional de Ciberseguridad (Incibe) ha elaborado una guía ­-en colaboración con IS4K (Internet Segura for Kids) y la Asociación Española de Fabricantes de Juguetes- en la que advierte sobre la seguridad de esos dispositivos tecnológicos. En primer lugar, asegura que la política de privacidad del juguete debe ser muy clara porque si se hace un mal uso de esa información, podría filtrarse en internet o alguien sin permiso podría acceder "dañando la reputación del menor y su familia o incluso utilizarla en su contra". Stéphane Chaudron, del Instituto para la Protección y Seguridad de los Ciudadanos, prueba en su laboratorio y en colaboración con más de 12.000 fabricantes, el funcionamiento de los juguetes para analizar cómo estos dispositivos de juego almacenan y comparten la información del menor. Su conclusión es que cuanto menos datos recojan los juguetes, más seguro estará nuestro hijo, cuentan en SINC (Servicio de Información y Noticias Científicas), agencia pública especializada en información tecnológica.

Especial cuidado hay que tener con aquellos juguetes que permiten el contacto con personas desconocidas durante el juego, por ejemplo para comunicarse con otros jugadores que estén conectados al mismo tiempo. “Esta actividad puede permitir que el niño contacte con desconocidos, que pueden no ser menores o tener un propósito malintencionado”, comentan desde IS4K. Otro riesgo es que el menor se dedique a grabar sin permiso con la cámara o el micrófono del juguete. Cambiar las contraseñas y códigos por defecto para la conexión con otros dispositivos y apagar el juguete cuando no se use para evitar que siga recogiendo datos son dos recomendaciones básicas que hace el Incibe. "Gracias a los sensores, los softwares de los juguetes pueden recopilar datos personales y del juego, como la conversación de un niño con su muñeca", explica Giovanna Mascheroni, investigadora en la facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Católica del Sagrado Corazón en Milán (Italia). Los padres no suelen enterarse de qué datos comparte el juguete y para qué fines se utilizan. Tal y como reconoció a Sinc la investigadora Mascheroni, "existen riesgos a corto plazo (privacidad, desarrollo y desarrollo socioemocional) y a largo plazo con la clasificación algorítmica social (programas que evalúan lo que queremos). El impacto de trazar un perfil en el acceso a los recursos y oportunidades, incluyendo la educación, salud, servicios financieros, oportunidades laborales, etc…".