El sobrepeso y la obesidad son factores de riesgo para el desarrollo de enfermedades coronarias, respiratorias y metabólicas, así como hipertensión arterial, hipercolesterolemia, diabetes tipo 2, osteoporis, algunos tipos de cáncer y un peor pronóstico en caso de contagio por coronavirus.

Los confinamientos, el cierre temporal de instalaciones y centros deportivos, el teletrabajo, el toque de queda y las limitaciones en los desplazamientos y el aumento de las horas frente al ordenador, han convertido el sedentarismo en una rutina para muchos.

El picoteo y comer a deshora debido a la ansiedad provocada por la pandemia, los problemas para conciliar el sueño, el afán por la repostería casera y las sobras acumuladas en la despensa durante la cuarentena, también han supuesto un reto a la hora de mantener una vida saludable.

Con todos estos cambios en los hábitos, se ha inclinado la báscula hacia el sobrepeso y la obesidad. Además, los datos confirman que durante los meses del confinamiento, ha crecido el consumo de alimentos de peor calidad y más calóricos, como harinas refinadas, dulces o bollos, snacks salados.

El aislamiento y la distancia social son otros de los cambios que han tenido graves consecuencias a nivel psicológico y han provocado cuadros de ansiedad, depresión, falta de motivación, fobia social o miedos. La ausencia de rutina y horarios o el cese temporal de empleo, son algunos ejemplos que han provocado en una gran parte de la población problemas para conciliar el sueño, hipertensión, exceso de peso, diabetes y ansiedad.