Los especialistas estiman que el verano puede hacernos ganar entre 3 y 5 kilogramos si no se toman algunas medidas para paliarlo. El riesgo en la época estival aumenta porque aunque comemos menos, lo hacemos peor.

Los excesos alimenticios y el cambio de hábitos durante las vacaciones son una causa fundamental en este aumento de peso.

Los motivos por los que es frecuente que se lleve una alimentación menos saludable son varios, desde alojamientos en los que no se tiene acceso a una cocina a simplemente porque decidimos descansar de nuestra alimentación habitual y concedernos algunos caprichos.

Para que los malos hábitos adquiridos en vacaciones no pasen a formar parte de nuestro estilo de vida durante el resto del año y conseguir deshacernos del peso ganado, es importante ser conscientes de lo que comemos y mantener un estilo de vida activo.

Los expertos recomiendan evitar los atracones, para lo que hay que anticiparse y no acumular hambre.

También consideran fundamental practicardeporte al menos 40 minutos al día para que se use la grasa como fuente de energía garantizándose un aumento de masa muscular.

La actividad física puede consistir en caminar unos 6 o 7 kilómetros o practicar otra actividad al aire libre que nos motive y aporte satisfacción.

¿Cómo volver a la rutina alimenticia saludable?

Entre los consejos de los especialistas en nutrición para recuperar la normalidad del día a día, destacan no sentirse culpable de los pecados del verano, intentar cocinar en casa e incluir una fruta o verdura de temporada en cada comida.

Mantener las ensaladas es una buena opción para hacer platos variados y saludables en fechas aún de temperaturas cálidas.

Aconsejan que las ensaladas se condimenten siempre con aceite virgen extra e ir variándolas con ingredientes como semillas, quesos de cabra o feta, distintos tipos de lechugas, la rúcula, los canónigos, frutas o verduras como la espinaca son opciones recomendables.

Hay que tener especial precaución con los alimentos dulces, salados o grasos en nuestra vuelta al día a día.

Conviene recordar que la sensación de apetito y la saciedad no sólo están reguladas por mecanismos homeostáticos que inician y detienen esas sensaciones fisiológicas, sino que también influyen mecanismos no homeostáticos como el sistema hedónico.

Los entendidos observan que existen alimentos que nos resultan agradables al paladar, que activan el sistema de recompensa cerebral y que tendemos a consumir aunque objetivamente no necesitemos los nutrientes.

La sal, el azúcar y las grasas son agentes palatables de los alimentos que nos resultan agradables.

Hay que ser conscientes de este hecho para controlar su consumo y prevenir así el sobrepeso asociado a su ingesta excesiva.