El pescado nos aporta proteínas de alto valor biológico, Vitamina D y del grupo B, potasio, hierro, yodo y calcio, entre otros nutrientes. Además, otras de sus ventajas es la relación entre el consumo del pescado azul (sardina, caballa, atún, pez espada, salmón, boquerones, bonito, etc.) y la prevención de enfermedades cardiovasculares, remarca la entidad.

A su vez, es una fuente de ácidos grasos Omega 3, los cuales reducen los niveles de colesterol LDL o malo, y retrasan el proceso de acumulación de placa grasa en las arterias.

A la hora de comprar pescado, es importante que sea de calidad. En este sentido, no es peor uno congelado que uno fresco si fue ultracongelado nada más pescarse y no se ha roto la cadena de frío hasta que haya llegado al consumidor. Otros consejos son que la piel y los ojos estén brillantes, la carne firme, las branquias rojas y que el olor que desprenda sea a mar y no sea desagradable.

Por otro lado, los pescados que mejor se conservan son los blancos, mientras que los que peor son los azules de agua fría, y los que más duran son las especies de agua más caliente, como la tilapia.

Una vez tengamos el pescado en casa, es aconsejable no esperar mucho a comerlo, entre 24 y 48 horas desde el momento que lo compramos. Antes de consumirlo, debemos lavarlo con agua fría, quitar las vísceras, y guardarlo en la parte de abajo del frigorífico, donde suele haber un cajón para los frescos.

Siempre es aconsejable congelar el pescado de agua salada si no lo vamos a cocinar a una temperatura por encima de 60 grados, por el peligro del anasakis, y porque se va a conservar más tiempo. Sin embargo, el pescado azul dura menos tiempo congelado por la alta cantidad de grasa que contiene (2-3 meses), y el blanco 6 meses.

No obstante, es importante recordar que para acabar con el anisakis, la pieza debe estar al menos a 20 grados bajo cero durante cinco días.

Y en el caso de los niños, es aconsejable evitar determinadas especies, como el pez espada, atún, lucio y tiburón.