Tomar algo a media tarde supone una gran ventaja nutricional, ya que garantiza el mantenimiento de niveles constantes de glucosa en sangre y evita el consumo de las reservas propias del organismo. La merienda supone esa recarga de pilas que necesitan los niños para conrinuar como es debido, el resto de la jornada.

Por otra parte, una merienda adecuada ayuda a controlar el sobrepeso, ya que siempre es un recurso eficaz para calmar el apetito y no llegar a la cena con demasiada hambre. Evita 'picar' entre horas y da sensación de saciedad.

La merienda debería representar el 15% del aporte energético total diario, mientras que el desayuno debería suponer el 20%, la comida el 40%, y la cena, el 25% restante. 
Además, debido a que el aparato digestivo de los niños todavía está en pleno periodo de maduración y desarrollo, su organismo no está suficientemente preparado para estar muchas horas sin comer.

Según explican desde 'Guía Infantil' en España, la merienda de los escolares se compone, principalmente, de bocadillo (65%), bollería (20%), pan con chocolate (20%), yogur y fruta (20%), siendo el 81% de los niños quienes consumen habitualmente algún tipo de merienda.

La merienda debe ser equilibrada y variada con el resto de las comidas. Es muy recomendable evitar ofrecer al niño paquetes de galletas para calmar el hambre, permitir que el niño se llene con patatas fritas o frutos secos, pensar que con un bollo (sobaos, donuts, etc) el niño estará alimentado, sustituir los zumos de frutas por bebidas gaseosas.