Existen multitud de salsas elaboradas con distintos ingredientes. Algunas contienen ingredientes grasos como aceites, nata o mantequillas, en otras predominan aquellos más dulces como el azúcar o la miel, y otras contienen un alto contenido en sal.

Estos elementos tienen un aporte energético demasiado alto por lo que es conveniente que los niños limiten su consumo tanto en cantidad como en frecuencia.

Sin embargo, los expertos han admitido que cada vez son más las marcas que están reformulando sus contenidos y reduciendo la grasa, la sal y el azúcar. Por ello, es fundamental revisar el etiquetado de cada producto antes de dárselo a los peques.

Cuando comemos fuera de casa, es aconsejable que pidáis que os pongan la salsa aparte. Así, podréis controlar la cantidad que añadís a los platos de vuestros hijos.

Hay que evitar mezclar salsas como el kétchup con ingredientes altos en grasas como la comida rápida. Los médicos alertan de los efectos negativos que tienen los menús compuestos por hamburguesas, patatas fritas rociadas de kétchup u otra salsa, refrescos azucarados y postres, en grandes cantidades, que son una bomba para los pequeños.

Por ello, recomiendan poner salsa a alimentos como verduras cocinadas o pescados a la plancha o al vapor, que tienen un menor contenido graso.

Además, los nutricionistas defienden la salsa tradicional de la dieta mediterránea. Puedes hacerla con un sofrito de aceite de oliva con tomate, ajo, puerro o cebolla y hortalizas como el pimiento o el calabacín. Está salsa casera irá genial con pasta o legumbres.

En conclusión, los niños deben tomar salsas naturales, en pocas cantidades y con alimentos no grasos. Y si las podéis preparar juntos en casa, ¡mucho mejor!