Posiblemente este año pasará a las estadísticas como el de mayor descenso de víctimas en nuestro país, pero también habrá que ponerle un asterisco en las series históricas porque la movilidad se ha visto reducida drásticamente, primero por el confinamiento obligado y más tarde por las limitaciones y la consecuente reducción de desplazamientos vacacionales.

No obstante, sí tenemos un dato esperanzador y positivo, que no es otro que las cifras de siniestralidad de 2017, que vuelven a experimentar un descenso incluso más acusado que en años anteriores y que esperemos rompan con la tendencia de estancamiento que, desde el año 2016, parecía haberse instaurado.

Pero no echemos las campanas al vuelo porque las cifras de fallecidos no corren paralelas a las de accidentes. De hecho frente a los 140.415 siniestros ocurridos en 2018, en el pasado año el número de accidentes se elevó a 141.104, a pesar de lo cual el número de fallecidos en 2019 se ha quedado en 1.755 frente a los 1.806 de 2018.

No es la primera vez que ocurre. Es más, es un hecho que viene sucediendo de manera más o menos constante si retrocedemos una década podemos comprobar que en 2010 se produjeron 2.478 fallecidos y 122.823 accidentes con víctimas, es decir, casi 20.000 accidentes menos y 723 fallecidos más. Aun a riesgo de ser reiterativo todo esto nos demuestra que no nos comportamos mejor, que las medidas tomadas por la administración tienen una eficacia relativa y que el factor más determinante en la reducción de victimas hemos de buscarlo en la extraordinaria mejora de la seguridad pasiva de nuestros vehículos que permite reducir las consecuencias del impacto.

Este año, también por primera vez, más del 50 por ciento de las víctimas han sido los denominados usuarios vulnerables, con un significativo repunte en el grupo de ciclistas y motoristas. El aumento de la siniestralidad en ciclistas se ha producido en zonas urbanas y el de motociclistas en carretera.

Posiblemente estemos asistiendo al inicio de un cambio drástico en las víctimas, derivado de lo que se ha venido llamando nueva movilidad o movilidad sostenible. No tenemos datos de los siniestros ocurridos con los vehículos de movilidad personal, pero es urgente que por parte de la DGT se incorporen a las estadísticas, porque todo apunta a que van a tener un peso significativo en las cifras de años venideros.

Sigue siendo necesario un cambio en la formación de los conductores, así como una actualización regular de conocimientos después de la obtención del permiso de conducir y es fundamental que la ciudadanía se conciencie de los riesgos derivados del tráfico y que se tenga la adecuada percepción del riesgo que asumimos al incorporarnos al tráfico ya sea como peatones, conductores o usuarios de VPM.

Sigue siendo una asignatura pendiente el uso del cinturón de seguridad, (más del 20% de fallecidos no lo llevaban) y sigue siendo necesaria la toma de medidas de erradicación del uso de dispositivos móviles al volante que ha supuesto como causa concurrente en los accidentes el 28%.

Si conseguimos que corra en paralelo la concienciación en seguridad vial con la evolución constante de los vehículos en cuanto a protección de los ocupantes podemos establecer un drástico descenso en las cifras de víctimas y en las de accidentes.