Junto con la Semana Santa, las navidades son el periodo vacacional que más aumenta el tráfico respecto del verano. Se trata de un periodo especialmente delicado, sobre todo debido a que las condiciones meteorológicas son menos favorables en esta época del año y las horas de luz se reducen drásticamente, comportando una mayor exigencia, tanto a conductores como a vehículos.

El segundo tipo de riesgo no es tan inevitable. De hecho diría que es absolutamente evitable, se trata de la exposición de los conductores a las bebidas alcohólicas. El riesgo suele comenzar con las comidas y cenas de Navidad en la que, generalmente, se consumo alcohol.

Luego llegan las fechas señaladas con la familia en la que el vino, el cava y otro tipo de bebidas tras la cena o la comida hacen que la ingesta de alcohol no sea la adecuada para sentarse al volante.

En estas fechas no sólo beben los consumidores habituales, también lo hacen los que habitualmente no consumen. Este último factor es especialmente peligroso, ya que su organismo está menos habituado al alcohol y la ingesta de una cantidad determinada, por pequeña que sea, hace que su metabolismo sea menos eficaz que el de los bebedores habituales. Es bastante común la frase “con lo que has comido, porque te bebas una copa, no “das”. Y es que no se trata de si "das" o de si "no das", se trata de cómo afecta el alcohol a tus aptitudes psicofísicas y el incremento del riesgo que ello representa al volante.

Otro riesgo que podríamos sumar a los dos anteriores, es la ingesta de drogas de diferentes tipos. El ambiente festivo en general, los encuentros con amigos y, especialmente, las fiestas de nochevieja son caldo de cultivo para que se produzca un significativo incremento del consumo. Y una vez más nos encontramos con que los no habituales acaban “dando una calada a un porro” o probando no sé qué sustancia que este o aquel amigo le ha dicho que es una “bomba” y que se lo va a pasar genial.

Debemos saber que el 66% de las pruebas de alcohol llevadas a cabo a conductores fallecidos en accidentes de tráfico arrojaron una tasa tres veces superior a la permitida. El 25% de las muertes en las carreteras europeas están relacionadas con el alcohol. Los efectos de la drogas en el organismo son variadísimos y van desde alucinaciones, reducción de la capacidad de reacción y de los reflejos, alteraciones de la vista y el oído, sueño, euforia, falta de percepción del riesgo y una larga lista, entre la que no hay ningún factor que aporte nada positivo para la conducción.

La tasa máxima de alcohol en aire expirado es de 0,25 y por encima de 0,6 se considera delito contra la Seguridad Vial, lo mismo que cualquier positivo en drogas, lo que acarrea una sanción de 1.000 euros y la pérdida de 6 puntos, además de consecuencias penales, especialmente si estamos implicados en un accidente.

Pero, insisto, incluso eso sigue siendo lo de menos. Lo peor es que acabemos haciéndonos daño o haciéndoselo a alguien por algo tan absurdo como ingerir cualquier sustancia que incluso no ingerimos habitualmente. Tomémonoslo en serio y tengamos las fiestas en paz, disfrutando de ellas y sin añadir riesgos a los intrínsecos citados en el primer párrafo.

La DGT va a llevar a cabo en estos días 25.000 controles de drogas y alcohol con el propósito erradicar al máximo la ingesta de estas sustancias durante las fiestas. Sería lo ideal que ninguno de esos controles acarrease ningún positivo. Por desgracia, las cifras que se harán públicas tras la campaña no tendrán tan buenos resultados. Pensémoslo en serio y tomemos medidas. ¡Feliz Navidad!