El hecho de tener un carril para cada sentido de circulación es el factor de riesgo principal por varios motivos. Por una parte nos obliga a invadir el sentido contrario de la marcha cada vez que efectuemos un adelantamiento, y por otro, cualquier distracción que tengamos nos puede llevar a pasarnos de manera involuntaria a ese carril, con consecuencias nefastas.

Su trazado no está tan regulado como en el caso de las autopistas y autovías, circunstancia que hace que nos podamos encontrar curvas con radios más cerrados, rampas y pendientes más pronunciadas y cambios de rasante “ciegos” tras los que podemos encontrar no pocas sorpresas.

Por último, estas carreteras están habilitadas para la circulación de todo tipo de vehículos por lo que podemos encontrar vehículos lentos, como maquinaria agrícola, cuadriciclos y ciclistas cuyas velocidades son más bajas que las de un turismo, camión o autobús, especialmente en los tramos con mayor pendiente.