Se vendió como el paradigma de la innovación, el futuro en el presente. Ocupó buena parte de los tabloides tecnológicos. Tuvo salida de galgo y un enorme impacto mediático, y parada de burro. Mark Zuckerberg, fundador y CEO de Facebook, lo anunció como poco menos que el destino de la humanidad y fue un pistoletazo de salida del relanzamiento de su conglomerado de empresas. Prometió 10.000 empleos de especialistas para su desarrollo. El metaverso venía a ser un edén digital que cambiaría la relación de las personas con la tecnología, inaugurando un nuevo espacio de experiencias inmersivas y realidad aumentada, donde empresas y personas encontraran múltiples oportunidades de desarrollo. Sin embargo, su éxito es a día de hoy, cuanto menos, cuestionable.

El Metaverso no solo no se ha hecho hegemónico en casi ningún aspecto de la existencia, sino que la mayoría de las personas desconocen qué significa y qué pretende ofrecer. ¿Qué ha sucedido para que no conecte con el gran público?

Para empezar, ¿qué es el metaverso?

El Metaverso es una recreación digital de la realidad, una segunda concepción de la existencia en el ciberespacio donde socializarnos de manera integral, generando relaciones más fluidas, experiencias diferenciales y nuevas oportunidades en el ámbito económico y empresarial. Algo así como un escenario digital donde las personas pueden acceder a todo tipo de experiencias y servicios. Películas como Ready Player One, Avatar, Wall•e o Todo a la vez en todas partes, desarrollan en mayor o menor medida este escenario.

Para lograr su materialización, la tecnología del Metaverso se basa en conceptos como la realidad virtual y aumentada o las experiencias inmersivas, y cuentan con sofisticadas gafas virtuales, ordenadores de última generación y diversos artefactos electrónicos que sirven de puerta de entrada al Metaverso. Así, el usuario viviría en su segunda realidad a través de un avatar, un trasunto de propia identidad en el ámbito digital, y saldría a experimentar una experiencia multisensorial.

Pero tres años después de su anuncio, la realidad es bien diferente. Existe un escaso interés general en la propuesta, se han publicado investigaciones que demuestran su baja actividad y existen una serie de claves que han arrinconado al Metaverso hacia una suerte de utopía tecnológica a nivel teórico en disonancia con la realidad de la población.

¿Y cuáles han sido los problemas?

Los expertos aluden a diferentes problemas: la falta de descentralización(sólo unas pocas empresas han desarrollado su presencia), la escasa interoperabilidad con otras aplicaciones y plataformas, la sensación de aislamiento de la realidad y de experiencia individualizada poco colectiva, la incomodidad que supone para el usuario a nivel físico, la desconfianza hacia su modelo económico inestable basado en NFTs o la falta de un marco legal donde operar.

Por no hablar de la exigencia económica que implica para el usuario, la falta de accesibilidad e inclusividad de personas con discapacidades, o los problemas de seguridad que derivan en situaciones de estafas o ciberacoso.

En palabras de Rodolfo de Juana, periodista especializado en nuevas tecnologías y coordinador editorial de MCPRO, la clave es que se trata de“una tecnología que aún resulta cara, no ofrece más allá de una demo o los primeros minutos de uso, experiencias que realmente merezcan la pena y tiene grandes barreras de entrada como el tener que llevar un visor sobre la cara, además de generar en ocasiones molestias como mareos. Y tal vez el problema más importante, es que aún no resuelve ningún problema real, ni da respuesta a una necesidad. Por ejemplo, se pueden hacer reuniones en el metaverso, pero ni son más cómodas, ni más eficaces que las que hacemos en el mundo real o incluso, por videoconferencia”.

Aunque organizaciones como el World Economic Forum realizaron un informe junto a Accenture en el que aseguraban que la identidad metaversal será fundamental para la vida cotidiana, lo cierto es que en términos de desarrollo, el Metaverso es un embrión al que le queda mucho por delante y cuya aceptación mundial es incierta.

Para Rodolfo de Juana señala existen diferentes planos, ya que actualmente“podríamos hablar de distintos metaversos. El que pone en su centro al consumidor o usuario final, generalmente con gafas de realidad virtual o aumentada, está ahora mismo en un impasse. Apenas hay casos de uso interesantes y salvo para algunos juegos y/o experiencias de fitness o meditación no hay una oferta realmente atractiva de contenidos. En el caso empresarial, nos encontramos con un desarrollo más serio en áreas como gemelos digitales, aplicaciones de logística, formación de trabajadores... e incluso prácticas en quirófano. Aun así, es una tecnología que dista de tener un uso mayoritario y por sus propias capacidades técnicas, se encuentra aún en su infancia”.

Tras el telón del Metaverso

Los hechos muestran que, detrás de aquel anuncio de bombo y plantillo del Metaverso, había una gran crisis reputacional de Facebook. Después del uso controvertido de los datos de sus usuarios por parte de la compañía que derivó en el escándalo de Cambridge Analítica, la escasa colaboración de la organización con las autoridades estadounidenses y europeas para ajustarse a la legalidad internacional, y los efectos nocivos que sus aplicaciones pueden causar en la salud mental de una parte de la población joven, el prestigio de Facebook no es que fuera precisamente el mejor. El Metaverso parecía una buena forma de resetearse en la mente de la comunidad digital, asociando de nuevo su futuro a la innovación.

Zuckerberg ya ha anunciado cuál es su nuevo objetivo: crear una inteligencia artificial general, mientras asegura que eso no significa el adiós al metaverso. Una nueva narrativa para la empresa del magnate tecnológico parece suceder a una idea que nació con aires de modernidad y tres años después parece vetusta. Tanto por lo que se dice, como por lo que no se hace público, la gran promesa del Metaverso parece volatilizarse con cada mes que pasa desde su anuncio a nivel mundial. A día de hoy, nuestras vidas se parecen a lo que eran hace tres años.

Y es que, para que tuviera un impacto mayoritario, de Juana cree que“sería necesario un componente social, de modo que estar en el metaverso no significase casi siempre aislarse del resto de las personas. De poco sirve tener una experiencia asombrosa en un entorno virtual, si no la podemos compartir con nadie en tiempo real, si no podemos colaborar en el mismo proyecto de forma productiva y simultánea. No parece que nada de esto vaya a ocurrir a corto o medio plazo”.

Puede que, en el fondo, por más que empresas y mesías tecnológicos nos señalen el futuro, subestimamos donde se encuentra la autenticidad: la realidad es simplemente inimitable.