El británico David Abel, de 74 años, se embarcó en un crucero de lujo junto a su esposa Sally para celebrar su 50 aniversario de bodas. Pero su viaje por Asia a bordo del Diamond Princess ha terminado convertido en un encierro que se prolongará durante dos semanas en el puerto de Yokohama, después de que las autoridades japonesas confirmaran diez casos de contagio por coronavirus entre los 2.666 pasajeros y 1.045 tripulantes del buque.

Él se ha convertido ahora en la principal fuente de información de lo que ocurre dentro del barco gracias a sus directos en Facebook Live, seguidos por miles de personas, a las que transmite con precisión y humor británico el día a día del encierro. “No será un crucero de lujo; será una cárcel flotante”, decía hace unos días.

A bordo hay mucha confusión y aburrimiento, porque los pasajeros están confinados en la cabina para evitar contagios.

“Es una situación horrible para la mayoría de los pasajeros, estar atrapados aquí, confinados en la cabina. No se nos permite salir de la habitación”, ha relatado en sus directos, en los que recuerda que él y su mujer son unos afortunados porque su camarote cuenta con balcón. “Debe ser casi insoportable para ellos”, ha dicho sobre los pasajeros de habitaciones interiores. En otro directo, por ejemplo, ha contado cómo a esos pasajeros se les ha permitido salir a la cubierta del barco durante hora y media para que les dé un poco el aire.

David Abel se ha convertido en el rostro del coronavirus entre el pasaje del buque. El turista británico, diabético, ha hablado en varios de sus directos sobre la falta de suministros y las pocas opciones con las que cuentan para alimentarse, a pesar de que las autoridades japonesas han introducido provisiones en el barco. Según ha contado él mismo en la televisión británica ITV, sus seguidores en Facebook se pusieron en contacto con la compañía del crucero para hacerles notar su situación.

David Abel mantenía una intensa actividad en Facebook antes de que comenzara el encierro. Un repaso a su perfil público muestra imágenes tanto de sus viajes como de sus actividades en Banbury, la ciudad británica en la que reside junto a su familia, así como de su actividad como “oficiante de bodas de lujo”, según reza en su biografía.

Si bien los directos de Abel han llamado poderosamente la atención por su frecuencia, detalles y por el tono de sus relatos, muchos otros pasajeros utilizan las redes sociales para enviar mensajes desde el barco.

Yardley Wong, una pasajera de Hong Kong que viaja con su marido, su hijo y sus padres, ha contado en Twitter, por ejemplo, que la tripulación le dio a su hijo cartas para jugar, bolígrafos de colores y otros regalos “para matar el aburrimiento”.