Igual que no deberíamos habernos alarmado en exceso por el incremento de la siniestralidad experimentado entre 2016 y 2017, tampoco debemos ahora tranquilizarnos por el descenso producido en 2018 y 2019.
Los resultados de esta campaña de Navidad son un aviso de que, lejos de bajar la guardia, tenemos que seguir haciendo hincapié en implementar medidas eficaces que sirvan realmente para iniciar una nueva senda de descenso constante y efectivo de la siniestralidad en nuestras carreteras.
La moderada euforia de algunos sectores de la seguridad vial que achacan el descenso de victimas a una determinada medida es tan irreal como inocente. De la misma manera que un accidente no se produce por una sola causa, sino por la concatenación de múltiples aspectos que concurren en un momento determinado, el aumento o el descenso de los accidentes y sus consecuencias tampoco dependen de una sola cosa.
Las medidas tomadas por la DGT en materia de velocidad, con la limitación a 90 km/h en las carreteras convencionales, ha llevado a afirmar que existe una relación directa entre este extremo y la reducción de accidentes en este tipo de vía en 2019. La campaña de Navidad nos devuelve a una realidad que nunca ha cambiado y es que no sólo se ha producido un aumento en la cifra de accidentes, sino que también han aumentado las víctimas en este tipo de carreteras.
Mientras no se produzca un periodo de, al menos tres años, con descensos constantes en la siniestralidad no podemos afirmar que existe un cambio de tendencia.
Por ahora, nos encontramos en un periodo de estancamiento en el que se repiten múltiples factores; la salida de la vía como el accidente más común, el elevado número victimas (20%) sin cinturón, la elevada siniestralidad en convencionales y la distracción originada por el mal uso del teléfono móvil, por citar alguno.
Hay que tomar medidas urgentes ya. Hay que atajar la distracción, el factor más determinante de la siniestralidad; continuar con la concienciación de los conductores en la necesidad de mejorar la formación en conducción; transmitir que uno de los factores de riesgo más relevantes es la velocidad inadecuada; erradicar, de una vez por todas, la presencia de alcohol y drogas al volante; y mejorar las carreteras. En definitiva, hay que actuar sobre los aspectos más relevantes de la siniestralidad.
De esta manera es posible que consigamos mejoras a largo plazo que realmente nos sirvan para que se produzca un nuevo punto de inflexión en la seguridad de nuestras carreteras.