La primera semana de enero se ha hecho público el balance de fallecidos en las carreteras españolas durante el año anterior. Esta cifra no es la de todas las víctimas mortales, que no se conoce hasta muy avanzado el año. El número de enero es el que nos ofrece la DGT y corresponde sólo al consolidado en las vías interurbanas y en las primeras 24 horas tras el accidente.
La cifra de fallecidos de este año es de 1.145, tres menos que el año pasado y 143 más que en 2021, que fue el primer año natural tras la pandemia.
Sería un error sacar conclusiones de las cifras de un solo año, ya que circunstancias muy concretas pueden desviar los números al alza o a la baja. Hay que hacer las lecturas como trayectorias, como media de los últimos años.
Y la conclusión en este sentido es clara: se acabó la época de descensos generalizados. Estamos en cifras más o menos estabilizadas en los últimos diez años. Los efectos de sensibilización pública, de cambios de normativa y de mejora de las infraestructuras ha dado unos resultados espectaculares, con un descenso de víctimas enorme.
Pero da la sensación de que hemos tocado suelo. Sin que eso quiera decir que nadie pueda encogerse de brazos. Porque hay tres líneas de trabajo muy claras.
La primera es entrar en el análisis más profundo de las causas. Saber si un conductor estaba bebido es sencillo. Pero conocer las razones de una salida de la vía sin contrario -un accidente que se ha disparado- es muy difícil. Puede responder a manejar el móvil al volante. Puede ser el sueño. Puede ser el volantazo al esquivar a un animal. Pueden ser muchas cosas, y normalmente sólo la “autopsia” del móvil del conductor y la experiencia acumulada de la Agrupación de Tráfico en un punto de la carretera nos puede dar pistas.
Es importante avanzar en esa investigación sobre las causas. Sin el origen de la enfermedad, será difícil tratarla.
La segunda línea de trabajo es que hay que remangarse y entrar en cada nicho de víctimas. ¿Por qué se atropella a peatones en las vías interurbanas? ¿Por qué se producen las salidas de la vía de los motoristas con un perfil tan claro 40-55? ¿Por qué Andalucía, Castilla León y Cataluña lideran siempre el ranking de fallecidos? Probablemente ha llegado el momento de no regar tanto por aspersión y empezarlo a hacer por goteo.
Pero la más importante es la tercera. La gigantesca inversión de la industria del automóvil en seguridad está realizando un milagro. Sufrir un siniestro, y que sea grave, es radicalmente menos posible en un vehículo de última generación. Pero nuestro parque móvil es de los más antiguos de Europa y una grandísima parte de los vehículos que circulan no disponen de esta tecnología.
Si el Gobierno quiere de verdad reducir visiblemente las víctimas, hay un mensaje claro: incentivar la compra de un vehículo nuevo y el achatarramiento de antiguos. Y simultáneamente, endurecer el control y las medidas contra el absentismo de las ITV. Hay que conseguir que circulen por España vehículos más modernos. Y que los que no lo son, pasen la ITV y sean seguros.