Los localizadores fueron instalados en lugares estratégicos de 15 electrodomésticos viejos. Había que conocer todo el recorrido que seguían los aparatos hasta llegar a una planta de reciclaje autorizada.

Un trabajo de tres meses y, al final, sólo cuatro neveras y dos lavadoras llegaron a su destino correcto. El resto se quedó a mitad de camino.

Los electrodomésticos sólo pueden ser manipulados en plantas de reciclaje, son las únicas autorizadas para retirar los gases contaminantes de los frigoríficos, el condensador de las lavadoras o el plomo de los televisores antiguos. Sólo se recicla correctamente el 20% de los aparatos electrónicos.

Cada vez que se compra un electrodoméstico cobran lo que costará su futuro reciclaje, por un frigorífico unos 20 euros o cinco por un microondas. Y final de año, los consumidores pagan unos 300 millones de euros por un trabajo, dicen, fantasma.