El personaje de Doraemon, el gato cósmico más famoso del mundo, viajaba desde el siglo XXII hasta el Japón contemporáneo, portando en su bolsillo mágico centenares de artefactos cotidianos que mejoraban el día a día de Nobita, el niño protagonista.

Algo parecido ocurre con Japón y el resto del mundo. Si por algo es conocido el país del Sol Naciente es por su tecnología puntera (además de por el sushi y por los terremotos). Acabamos de comenzar el 2022, pero, digitalmente hablando, en Japón nos llevan al menos diez años de ventaja. Por simplificarlo, ellos serían nuestro Doraemon y nosotros el Nobita con el que comparten sus aparatos.

Pero… ¿de dónde proviene su relación con la tecnología? No es algo reciente, de hecho el proceso de modernización japonés comenzó con la Restauración Meiji, en 1868, casi 100 años antes de la Segunda Guerra Mundial.

Desde la antena de televisión (1923), pasando por el contestador automático, el Walkman/Discman, el DVD, o, más recientemente, los emojis (1999), son solo algunos de los muchos inventos tecnológicos que hemos adoptado de los nipones.

Monozukuri, el arte de “fabricar cosas”

Los japoneses engloban toda su cultura de trabajo en una palabra: monozukuri, que traducido al castellano vendría a ser “fabricar cosas”. El término proviene de hace más de 4000 años, pero la filosofía de centrar el esfuerzo de la producción en el objeto sobre el que se trabaja todavía sigue vigente en la industria actual.

El monozukuri engloba desde el más pequeño de los microchips hasta el ingeniero que hace que funcione, y es el motor que marca el ritmo de la industria japonesa; y su principal baza en el mercado frente a sus competidores.

Según los últimos datos de la Federación Internacional de Robótica (IFR, en inglés) , Japón es el segundo mercado más grande de robots industriales después de China. Por eso no es de extrañar verlos cada vez más integrados en la sociedad.

Si nos remontamos al Japón de los siglos XVIII y XIX, ya existían los llamados Karakuri, un tipo de autómatas fabricados en madera y que, como su propio nombre indica, buscaban “producir sorpresa” en las personas y se utilizaban en teatro o como compañeros de juego.

A día de hoy en ciudades como Tokio es común ver a robots sirviéndote un café; entregando paquetes, atendiendo la recepción de un hotel o haciendo las tareas del hogar.

Las ventas de robots nipones -principalmente a China y Estados Unidos- disminuyeron un 23 % en 2020 a causa de la pandemia de la Covid-19, pero en este 2021, la industria robótica japonesa se ha recuperado un 7 % y se espera que en 2022 el sector crezca un 5 % más.

Lo más curioso es que uno de los países más futuristas del mundo, es también uno de los más envejecidos.En declaraciones a International Finance, el director ejecutivo de Mira Robotics, Ken Matsui, aseguró que los robots han contribuido en gran medida a “aliviar la escasez de mano de obra y mejorar la eficiencia de la producción” en la economía japonesa desde la década de 1980.

La tecnología está presente en el día a día de los japoneses, especialmente dentro de sus casas y hasta en las tazas del váter. Series como Los Simpson han potenciado el estereotipo de los inodoros inteligentes japoneses fuera de sus fronteras. En 2020, el 80 % de hogares contaban con uno, capaz de reproducir música, y con calefacción incluida.

 

En la calle, las máquinas expendedoras han creado su propio imperio, y ofrecen todo tipo de productos. Los coches, por su parte, son almacenados en párquines giratorios y unos encima de otros, para ahorrar espacio.

Japón rompió el pasado 20 de julio el récord mundial de velocidad de descarga en internet, apenas unos días antes de albergar los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, que supusieron un despliegue de innovación tecnológica.

Los atletas se desplazaban desde la Villa Olímpica con coches autónomos; accedían a los recintos a través de máquinas de reconocimiento facial y, a causa de la pandemia del coronavirus, parte del público fue sustituido por robots inteligentes.

Nuestro planeta parece habérsele quedado pequeño a Japón, que ahora pone todas sus miras en el espacio, y hace una semana confesó su intención de querer enviar astronautas nipones a la luna en el último semestre de 2022. Aunque no es de extrañar, ya lo predijo Doraemon con su gorrocóptero.