El Rompecráneos, La caza del pijo, Vacuum challenge, La ballena azul… Todos son retos virales que los adolescentes han puesto de moda a través de redes sociales. Ninguno carece de violencia o de riesgos tan peligrosos que hasta pueden provocar la muerte.

Pero ¿qué es lo que lleva a los jóvenes a seguirlos con tanto interés y, sobre todo, a ponerlos en práctica? ¿Qué resulta tan divertido en el acto de golpearse la cabeza, de agredir a otras personas a las que se consideran pijas o llegar incluso a correr el riesgo de perder la vida?

Enric Soler, tutor del grado de Psicología de la Universidad Oberta de Catalunya asegura en un documento publicado por la institución que “el ciclo de vida natural de estos jóvenes es dirigirse al mundo adulto, al que retan constantemente, pero mientras dura esta transición solo pueden satisfacer sus necesidades gregarias compartiendo retos, sintiéndose integrados en su mundo, el de los adolescentes”. Esa sería una de las explicaciones.

Pero lo cierto es que no hacen un buen uso de las tecnologías. Según el estudio Uso desadaptativo de las TIC en adolescentes: perfiles, supervisión y estrés tecnológico, más del 60 % de los adolescentes usa las TIC sin supervisión, y casi la mitad, el 45 %, tiene un uso desadaptado de las TIC, lo que se traduce en que no las utilizan de un modo responsable.

Los investigadores no dejan de analizar este fenómeno que está más o menos activo en internet por temporadas. La educación en los centros educativos y en el entorno familiar es la herramienta más eficaz para combatirlo.

Si nos centramos exclusivamente en España, uno de cada diez adolescentes reconoce haber realizado retos virales peligrosos, según datos de la Universidad Internacional de La Rioja.

Jessica Ortega-Barón y Joaquín González-Cabrera son los principales autores del estudio, que concluye que los retos virales más frecuentes son los sociales (80,3 %), seguidos de los solidarios (20,6%), si bien cabe destacar la incidencia de los peligrosos (8 %), por el potencial riesgo para la integridad de los menores que suponen. Lo habitual es que realicen diferentes tipos de retos virales a la vez. Así, el 15,3 % de los adolescentes realiza a la vez retos sociales inofensivos, junto a retos virales peligrosos.

Aunque los resultados no revelan diferencias significativas entre chicos y chicas, sí se observa una mayor prevalencia de chicos que realizan retos peligrosos. Los más jóvenes (6º Primaria) son los que más satisfacción experimentan ante la realización de los retos en general. Los adolescentes reconocen que sus motivaciones para realizar estos retos son principalmente sociales: para sentirse integrados o aceptados por su grupo de amigos.

Los retos sociales son aquellos que tienen un componente social o familiar (todos esos que vemos con tanta frecuencia con bailes o bromas que se hacen entre amigos o dentro de la propia familia). Los solidarios tratan de ayudar a los demás o concienciar sobre problemas sociales (por ejemplo, el Ice Bucket Challenge, que consistía en tirarse un cubo de agua fría por encima con el objetivo de para recaudar fondos para luchar contra la esclerosis múltiple). Los peligrosos que ponen en riesgo la integridad de la persona que lo hace o de otras personas y casi siempre son los que tienen mayor protección.

Algunos consejos para tratar de atajar este problema por parte de las familias serían buscar la forma de transmitir a los hijos lo absurdo del reto, limitar su capacidad de acceso a ciertos contenidos, preguntarles su opinión sobre los retos virales y crear un ambiente de confianza en casa.