1. Entiende la época en la que están creciendo las nuevas generaciones.

Quizá cualquier tiempo pasado fue mejor, pero es en este tiempo en el que tenemos que educar. La irrupción de Internet y la transformación digital han revolucionado la manera en la que hacemos todo y la forma en que crecen niños y adolescentes: relaciones, ocio, aprendizaje, información, expresividad, gestión del tiempo… Es necesario educar en la comprensión del mundo actual, tratando de entender los retos y las oportunidades que las nuevas generaciones afrontan en un contexto de sociedad híper-conectada.

2. Conoce el impacto real de la tecnología en el crecimiento de niños y adolescentes.

Cuando pensamos en menores y mundo digital solemos centrarnos en redes sociales, videojuegos y smartphones, en los peligros y en la búsqueda de garantías para evitarlos. Pero el impacto de la conectividad sobre niños y adolescentes va mucho más allá. Afecta a su conducta, su aprendizaje, su forma de pensar o su salud. Por eso es importante no limitar la educación al tiempo de pantalla o a la eliminación de riesgos. Puede que un niño no tenga móvil ni consola ni redes sociales, pero sí acceso a asistentes virtuales, descargas, plataformas de streaming, wearables, juguetes electrónicos… Es la conducta en el uso de toda esa tecnología la que puede marcar una diferencia. Y si infancia o adolescencia se viven de espaldas a toda tecnología, tampoco habrá oportunidad de aprender a gestionarla. De ahí la importancia de que los adultos seamos consecuentes al educar teniendo en cuenta el consumo de contenidos, la libertad de expresión propia y ajena, la protección de nuestros datos, la gestión del tiempo… Educar para una ciudadanía responsable implica educar en valores y en información, para que niños y adolescentes aprendan a convivir con esa tecnología que ya los rodea y que seguirá presente en sus vidas personales y profesionales.

3. Ve más allá de los prejuicios y piensa en tus hijos.

Pasamos tanto tiempo opinando sobre cómo utilizan los menores la tecnología y sobre las decisiones que otros progenitores toman al respecto, que dedicamos poca atención a pensar cómo queremos realmente que nuestros hijos convivan con dispositivos y entornos digitales. Si vamos más allá de noticias sobre adicción, tiempo de pantalla, postureo, sobre-exposición, distracción o dependencia, podremos centrarnos en educar en una conciencia progresiva de uso, en los contenidos que más se adaptan a cada niño, en los tiempos ajustados a cada tipo de actividad o en el momento de facilitar el acceso de nuestros hijos a distintas alternativas digitales.

4. Asume tu papel como adulto.

Los responsables de educar somos los adultos y, por tanto, debemos asumir nuestra labor a la hora de guiar a niños y adolescentes en la convivencia con la tecnología. No es tarea de otros ni es tarea de los propios menores tomar decisiones sobre tiempos, contenidos, decisiones y coherencia. Cuando los niños son pequeños, al igual que sucede con la alimentación o la actividad física o decisiones cotidianas, somos los padres los que debemos tener en cuenta nuestros valores y la estabilidad del menor a la hora de incorporar o no tecnología a su vida, y gestionar el acceso del niño al mundo digital. Conforme crecen, seguimos siendo sus tutores, por lo que la autonomía debe ser gradual, progresiva y acompañada.

5. Intenta dar ejemplo, implantar normas, abrir conversación.

Como en el resto de la educación, son tres los pilares fundamentales de la educación en el uso responsable de la tecnología. Nuestro ejemplo, lo que los niños vean sobre cómo usamos tecnología, marcará los hábitos que adquieran. Las normas que planteemos en casa y la coherencia en respetarlas facilitarán que los menores asuman límites que se deben respetar; y la conversación mantenida facilitará una convivencia en la que la tecnología se adapte a la familia y no al revés.

6. No te quedes atrás y suma cultura digital propia.

Adultos y menores recurrimos a la tecnología de forma diferente en términos de consumo, contenidos, relaciones, trabajo u ocio. Pero los adultos, se trata de un proceso de adaptación y, para niños y adolescentes, de una convivencia progresiva y global. Si queremos acompañarles en su crecimiento digital, es fundamental que estemos informados acerca de las claves básicas de la sociedad conectada: aspectos básicos sobre ciberseguridad, conciencia sobre nuestros datos personales, formas de aprovechar en positivo el mundo digital o de reducir posibles problemas. Si estamos informados podremos educar mejor.

7. Aprovecha los recursos disponibles y reflexiona sobre tus decisiones.

Lo hacemos con otras parcelas de la educación, como la alimentación, los deberes, las primeras salidas, la paga semanal… Antes de realizar cambios que afecten a la vida de nuestros hijos, recurrimos a fuentes de información contrastadas y buscamos un equilibrio entre tradición y adaptación. Hoy en día existen numerosas plataformas en las que informarse sobre educación digital con criterio y con un enfoque práctico y realista. De ellas podemos aprender a elegir dispositivos o contenidos que se adapten a la edad de los niños o a conocer entornos digitales de moda entre los adolescentes, para facilitar conversaciones y reflexiones con ellos. Además, son muchas alternativas tecnológicas que pueden ayudarnos a gestionar el tiempo de consumo, el acceso a contenidos o el conocimiento del tipo de vida digital que hacen nuestros hijos. Internet no es un parque de atracciones, no está diseñado para que los menores campen a sus anchas. Igual que pasa con su vida analógica, es responsabilidad nuestra tener una idea básica sobre qué hacen, con quién están o cómo se comportan cuando utilizan la tecnología.

8. Procura ser más explícito en la comunicación con tus hijos.

Si queremos evitar algunos de los principales riesgos asociados a un mal uso de la tecnología, tenemos que abrir espacios de conversación para no solo hablar DE niños y adolescentes, sino también CON ellos. No se trata de hablar solo sobre tecnología, sino también y especialmente sobre valores (respeto, empatía, paciencia, responsabilidad, solidaridad), porque son esos valores los que pueden contribuir a minimizar las consecuencias de un mal uso de la vida conectada. Somos las personas las que pulsamos teclas, publicamos comentarios, subimos fotos, insultamos en la Red, no pensamos dos veces, no nos protegemos… Hablar con nuestros hijos sobre qué tipo de persona ser es igual de importante que alertarles sobre todos los peligros que se pueden encontrar en Internet.

9. No seas ingenuo, pero tampoco vivas desesperado.

Prohibir toda tecnología es igual de ineficaz en términos de educación que dar barra libre de wi-fi. Los peligros no empiezan con el móvil, la adicción no se produce de la noche a la mañana, los niños no saben más de tecnología por el mero hecho de haber nacido en este siglo y la tecnología no es neutral. Los niños no nacen sabiendo tomar decisiones, los hábitos se crean con el tiempo y la seguridad absoluta no existe. En todo riesgo jugamos un papel fundamental cada uno de nosotros, con las decisiones que tomamos. Y en toda oportunidad para aprovechar lo positivo, somos también nosotros los que decidimos de qué manera actuamos.

10. Incorpora la tecnología al resto de la educación que das a tus hijos.

Conociendo a nuestros hijos y el entorno que los rodea, transmitiendo valores, pensando en lo que realmente necesitan en cada momento o cada edad, asumiendo nuestra responsabilidad para con ellos, creando una cultura familiar saludable también en el uso de la tecnología, abriendo espacios de conversación sobre su vida con pantallas, aprendiendo sobre nuestra propia actividad conectada para después tomar decisiones consecuentes. Igual que velamos por su alimentación, nos interesamos por sus amistades, potenciamos que hagan deporte o tratamos de que sean responsables con sus tareas, educar en tiempos de Internet requiere de nuestro compromiso activo y coherente.