Una víctima más de esta nefasta pandemia que estamos sufriendo; y una pérdida irreparable. Para la ciencia, y para los miles de lesionados medulares que, gracias a sus investigaciones, veían una cierta posibilidad de aliviar su patología y mejorar significativamente su calidad de vida.

Jesús fue siempre brillante en todo. Licenciado en Medicina y en Cirugía por la Universidad Complutense, obtuvo el grado de Doctor con sobresaliente cum laude en 1977. Pero su gran objetivo, al que dedicó buena parte de su vida profesional, fue el desarrollo de la terapia celular con células madre del propio paciente. Que, con más de 30 años de dedicación, se hacía pública hace dos, gracias a los éxitos obtenidos en los ensayos clínicos.

La mejora de los lesionados medulares a los que se les ha aplicado esta técnica representa ventajas muy significativas. Como el control de esfínteres, la mejora en la respuesta motora, la capacidad de marcha y la disminución del dolor.

Desde Ponle Freno tuvimos la oportunidad y el privilegio de contribuir a su trabajo con donaciones durante dos años, gracias a las Carreras Ponle Freno, para subvencionar sus actividades de investigación.

Los que tuvimos la suerte de conocerle personalmente quedamos prendados de su personalidad generosa, agradable y cercana. A pesar de ser pionero en la materia, lejos de transmitir aires de superioridad, se comportaba con una extraordinaria humildad. Como sólo lo hacen los auténticos genios. Paciente, tranquilo y en cierta medida un poco resignado por la falta de fondos para sus investigaciones, jamás escuchamos de su voz la menor queja o reproche hacia la administración pública para la que trabajaba.

Con lo que tenía, hacía lo que podía y, aparentemente, se conformaba. Aunque estoy seguro de que sentía una notable impotencia por no poder ir más lejos o más deprisa, debido a la falta de financiación que entidades como la nuestra, de manera muy modesta, intentamos corregir.

La historia a buen seguro pondrá a Jesús en el lugar en el que se merece. Sus gigantescos logros apenas han tenido reflejo en los medios de comunicación; y como tantos hombres brillantes, su trabajo ha quedado oculto para la gran mayoría de la sociedad. Él, por su carácter, lo habrá preferido así: la intimidad que le ha permitido carecer de popularidad también le ha facilitado centrarse en su trabajo sin que otros factores le distrajeran o le quitasen tiempo para lo verdaderamente importante.

Sin embargo, desde aquí, quiero ofrecerle un caluroso homenaje y el agradecimiento infinito que merece. No contaremos con su amable presencia; pero, a buen seguro, podremos beneficiarnos a corto, medio y largo plazo de sus investigaciones.

Un fuerte abrazo, Jesús. Descansa en paz.