La falta de atención a la carretera y al tráfico hace que no valoremos situaciones de riesgo con la debida antelación o que simplemente se nos presenten de manera súbita e imprevista, sin tiempo ni distancia para reaccionar y evitar el accidente.
Antes de 2014 la distracción sólo se valoraba como factor concurrente y las cifras eran sumamente elevadas. En concreto, estaba presente en un 43% de los accidentes con víctimas en 2013. A partir de 2014 se valora como factor determinante del accidente, lo que supone un factor cualitativo muy relevante porque a pasa a tener una vital importancia en la ocurrencia del siniestro. En 2014 la distracción ha sido factor determinante en el 36% de los accidentes.
La cotidianeidad en la conducción, la repetición de determinados itinerarios cada día, que al coincidir en los horarios, lleva a convivir con situaciones de densidad de tráfico muy similares un día tras otro, no ayuda a despertar nuestro interés a la hora de conducir, tarea que se convierte en una monotonía a la que no damos mayor importancia. La sensación de “tiempo perdido” que nos genera, especialmente durante los trayectos de ida y vuelta al trabajo nos lleva a intentar aprovechar esos momentos, preparando alguna reunión, planificando mentalmente el día, o incluso haciendo alguna llamada de teléfono, cuando no, aprovechando para contestar algún e-mail. Si a eso le añadimos que los automóviles de última generación nos aíslan cada vez más del entorno, no resulta fácil perder conciencia de que vamos conduciendo, tarea que se convierte en una sucesión de acciones más o menos automáticas y bastante ausentes de intencionalidad.
Ante tales condiciones, dejamos de prestar atención al tráfico, nuestra vista se limita a valorar lo que ocurre a poco más de 10 metros por delante de nuestro coche, tendemos de manera inconsciente a fijar nuestra mirada en el coche que nos precede, que nos sirve de “guía” para mantener nuestra trayectoria, calcando de forma inconsciente sus trayectorias, aceleraciones y frenadas. En definitiva, acabamos convirtiéndonos en un sujeto pasivo de nuestro movimiento en el tráfico.
La irrupción del móvil, los sistemas multimedia integrados en el vehículo y los navegadores con pantalla táctil, aunque resultan unos avances sumamente útiles, también representan un factor de riesgo cuando se hace un uso inadecuado de ellos.
Los dispositivos “manos libres” nos sirven para no manipular el teléfono con las manos pero eso no es el factor más determinante en cuanto a riesgo, lo que realmente nos distrae es el contenido de la conversación que mantenemos con nuestro interlocutor. Lo que no evita el “manos libres” es apartar la vista de la carretera y las manos del volante cuando lo que hacemos es contestar un Whatsapp o un e-mail.
La disciplina de centrar nuestra atención en la conducción debe ser un objetivo prioritario si queremos aumentar nuestra seguridad en nuestras ciudades y carreteras.