El casco es el único elemento obligatorio de la equipación y debe tener la homologación NF (etiqueta verde) o ajustarse a la norma CE (etiqueta blanca). En cuanto al modelo, se debe dar prioridad al casco integral o al convertible cerrado, ya que son los que ofrecen mejor protección. Si eres muy caluroso, apuesta por los tipos de casco que tienen mejor aireación interior y no olvides abrir las tomas de aire de las que disponen.
En todo caso, elige un casco que se ajuste perfectamente a tu cabeza, ni demasiado ceñido ni demasiado holgado. En realidad, la espuma es el elemento protector del casco: en caso de choque, absorbe una parte de la fuerza del impacto y protege la cabeza de traumatismos internos. Un casco no adaptado es un choque no amortiguado. Y, por supuesto, si el casco ya ha sufrido un golpe, debes cambiarlo.
La protección de los ojos y una buena visibilidad también son claves a la hora de llevar casco. Es recomendable el uso de visera o pantalla que esté limpia y sin roces o rayones.
Convertirse en motorista no es algo que se pueda improvisar
Hay reglas que respetar. Y una de las más importantes se refiere al equipamiento.
Si eres motorista, la única “carrocería” con la que cuentas en caso de accidente es la protección que puedas llevar como conductor. Y esto es así con independencia de la estación del año en la que circules, de que haga frío o calor, de que circules para ir al trabajo o porque hayas quedado con unos amigos.
Por eso es esencial que, cada vez que cojas la moto, te equipes adecuadamente, recurriendo a los consejos de un centro especializado si consideras que hace falta.