La nueva redacción del Código Penal establece el nuevo delito de “abandono del lugar del accidente”, una definición mucho más concreta y que ahora se castigará con penas de entre 2 y 4 años de prisión.

Independientemente de la pena establecida, el abandono del lugar del accidente esconde una falta de solidaridad, ausencia absoluta de ética y una maldad intrínseca en el hecho, que no queda justificada en ningún caso por el miedo a una posible sanción derivada de haber cometido una imprudencia o haber ingerido alcohol o drogas antes del accidente.

Este tipo de conductas son más comunes de lo que parece y es que en endurecimiento de las sanciones por conducir bajo los efectos del alcohol llevan a algunos a abandonar el lugar del accidente para presentarse voluntario a las 24 horas de manera que ya no sea posible acreditar si conducía con una tasa de alcohol por encima de lo permitido.

La indignación social que provoca ese tipo de actitud tiene respuesta ahora con esta reforma que castiga con mayor dureza el abandono que el hecho de dar o no positivo.

También se modifican las penas por imprudencia grave y esta pasa a ser considerada así de manera automática y no sujeta a la interpretación de un juez como hasta ahora. De esta manera cualquier delito contra la seguridad vial que cause muerte o lesiones graves será considerado imprudencia grave y estará castigado con penas de prisión de entre 1 y 4 años. Además, se establece que el juez pueda elevar la condena hasta los 6 años, si hay dos fallecidos, y hasta 9 años si hay más fallecidos.

En definitiva, las consecuencias de la infracción pasan a tener un meso más importante que la infracción en sí.

Aunque dudo mucho de que ello vaya a corregir la actitud de determinados individuos con una conducta claramente antisocial, sí tiene como consecuencia directa una mayor protección de las víctimas al quedar establecidas como delito, actitudes que hasta ahora eran consideradas como faltas.

En todo caso, sigue siendo prioritario llevar a cabo una profunda labor pedagógica en materia de tráfico a través de una formación más completa de manera que los conductores sean conscientes de la gravedad y peligrosidad de determinadas actitudes, porque mientras todos pensemos que “a mí no me va a pasar” seguiremos cometiendo errores e imprudencias con diferentes grados de intencionalidad, pero con idénticas consecuencias.

Anna González, la ciudadana que promovió la reforma del Código Penal tras perder a su marido