Después de conocer que las llamas ya habían devastado 149.298 hectáreas en España este 19 de agosto (cifra que sigue creciendo) y que en los últimos 8 meses se han producido el doble de incendios que en todo 2011, hacemos un repaso de lo que sucede cuando empieza a arder un ecosistema.

Una de las principales consecuencias de los incendios es la destrucción de la biodiversidad. Muchos ejemplares de la flora desaparecen y esto provoca que la fauna del lugar decida migrar a otros espacios donde poder sobrevivir. Esta circunstancia genera un desequilibrio en el ecosistema que les recibe. Pero, ¿qué sucede con el lugar que queda en cenizas? Sentimos parecer tan tremendistas pero, si no se reforesta, dejará de ser fértil y se desertificará. Ahora es el momento de mirar hacia el suelo.

Después de un incendio la tierra será víctima de la sabanización, un fenómeno por el que la zona se queda estéril, debido a que el suelo se vuelve más impermeable y el agua apenas puede penetrar. Entonces el manto vegetal, la barrera natural que retiene el agua, desaparece y se produce la denominada "desertificación del paisaje", el daño ecológico más grave provocado por los incendios según los expertos. En este sentido, Greenpeace señala que más de un tercio de la superficie de España padece este problema.

El desequilibrio en la biodiversidad, la sabanización y la desertificación del paisaje no son lo único que el fuego provoca cuando ‘devora’ una superficie: la atmosfera también se ve afectada por la contaminación. Para que os hagáis una idea, las llamas tienen unos resultados similares a los que provoca  el efecto invernadero, ya que la combustión que resulta de un incendio provoca la emisión de distintos tipos de gases, como el dióxido de carbono.

Sin embargo, los incendios forestales no sólo suponen daños para el medio ambiente, también ocasionan pérdidas económicas. La madera y sus productos derivados ya no pueden aprovecharse. La zona ya no es tan atractiva para el ocio y el turismo. Y qué decir de las labores de regeneración de las zonas afectadas: un desembolso económico que no siempre es recompensado. 

Pero tampoco podemos olvidar las pérdidas personales. Este año, ocho personas han perdido la vida a causa de los incendios forestales, miles de vecinos  han tenido que abandonar sus casas y muchos han visto como éstas han ardido por las llamas provocadas por algún inconsciente - o más bien consciente- culpable del fuego. Porque el 95% de los incendios forestales se podría evitar.