Los corales caribeños podrían tener muchos beneficios para tratar determinadas enfermedades. Esta es una de las principales conclusiones de este estudio aunque, todavía, habría que realizar ensayos con organismos susperiores, según ha explicado Fabián A.Amaya, el científico responsable de esta investigación.

Así, con el objetivo de encontrar nuevos tratamientos contra el VIH o el herpes, un equipo de científicos colombianos se sumergieron en las aguas de Santa Marta, uno de los parajes caribeños más vírgenes del país, para buscar principios activos en los invertebrados marinos de ocho tentáculos (octorales) propios de la zona.

"Nuestro objetivo era encontrar compuestos útiles en animales marinos, algas, corales o esponjas. Lo sorprendente fue encontrar principios efectivos en gran cantidad, algo poco habitual, normalmente son moléculas muy útiles pero escasas", destacó el científico, especializado en química orgánica.

Los especímenes utilizados en el estudio carecen de defensas físicas que los protejan de sus depredadores, por lo que han desarrollado la capacidad de producir un "arsenal" de compuestos químicos para defenderse.

Estos compuestos son conocidos como "diterpenos" de tipo "dolabellano" que, después de ser aislados y purificados, mostraron una notable efectividad para evitar que los virus del VIH o el herpes se reprodujeran.

"La naturaleza es la principal fuente de tratamientos contra enfermedades humanas como el cáncer o el VIH, los productos sintéticos pocas veces pueden competir", subrayó Amaya, quien recordó que en los ecosistemas marinos se encuentran el 80 % de los organismos vivos del planeta, un auténtico arsenal para la investigación de enfermedades consideradas hoy en día como incurables.

Amaya agregó que, si bien los tratamientos retrovirales para el VIH, que causa el sida, han avanzado mucho en las últimas décadas, sigue siendo necesario encontrar nuevos tratamientos mientras no se desarrolle una vacuna definitiva que erradique esta enfermedad que según la Organización Mundial de la Salud (OMS) afecta a más de 35 millones de personas y causa un millón de muertes cada año.