La escritora sevillana Silvia Hidalgo ha ganado el XIX Premio Tusquets de novela, dotado con 18.000 euros y una estatuilla de bronce diseñada por Joaquín Camps, con su obra Nada que decir, un retrato psicológico de una mujer enfrentada a sus contradicciones y a la vorágine de la vida moderna.
La novela ganadora, que se ha impuesto entre los 672 manuscritos presentados a esta convocatoria, es "una historia veraz y lacerante sobre la vivencia del deseo y la pasión, sobre cómo se sobrepone a la crisis de los cuarenta, la ansiedad por el éxito social, el desencanto del hogar y la atracción por lo prohibido", según recoge el acta del veredicto.
El jurado, presidido por Antonio Orejudo, estaba integrado por Bárbara Blasco, Eva Cosculluela, Cristina Araujo, ganadora de la anterior edición, y el editor Juan Cerezo.
Silvia Hidalgo ha confesado que aunque nadie en su entorno se ha dedicado a la literatura y que ella misma se desempeña en la ingeniería informática, "desde niña me apasionó la ficción, las historias y jamás habría soñado con este premio, que será un empujón y me dará una seguridad".
La ganadora ha dicho: "No recuerdo haber escrito esta novela de forma consciente, sí luego cuando la reescribí, nació de unos impulsos muy carnales, muy de piel, de sentimientos negativos con los que no nos sentimos nada cómodos".
Ha recordado Hidalgo que "el despecho, el deseo de la venganza, la ira, el enfado, incluso la envidia son sentimientos que no asumimos nunca, los rechazamos, pero si se asumen desde la vulnerabilidad puede surgir algo bonito".
Precisamente, añade, la protagonista encuentra esa vulnerabilidad, en una vuelta a la inocencia.
En la novela, que Tusquets publicará el 18 de octubre, una mujer aguarda en el interior de un coche a que su exmarido acuda a recoger a la hija común, que llora en el asiento de atrás, y mientras ella está pendiente de su móvil y de una cita con un desconocido.
En esa espera se deja llevar por su deseo crudo, sin tapujos, en el que la maternidad, la familia y el trabajo ocupan un lugar secundario.
La protagonista quiere huir de los espejismos de una falsa felicidad, pero se sitúa ante el abismo de una relación enfermiza, desquiciada, con un directivo de la empresa de su exmarido, un "hombre tumor".
La jurado Bárbara Blasco ha destacado que "Hidalgo trata sobre uno de los grandes cambios actuales, la deriva del amor en estos tiempos posmodernos" y ha elogiado el estilo y el trabajo con el lenguaje.
Para Eva Cosculluela, la escritora sevillana ha utilizado un tono de novela "descarado y también de mala leche, huyendo del buenismo".
A esto Hidalgo ha precisado: "Inicialmente pensé en la primera persona, pero luego opté por enfrentar a la narradora con la protagonista".
El editor Juan Cerezo equipara a Silvia Hidalgo a Marguerite Duras por sus "escenas turbadoras, emociones inconfesables y una escritura tersa y brillante, que deja zarpazos".
Nacida en Sevilla en 1978, donde sigue viviendo y escribiendo, Hidalgo se define como ingeniera informática, madre, cinéfila y lectora. Con anterioridad, publicó las novelas "Dejarse flequillo" (Amor de madre, 2016) y "Yo, mentira" (Tránsito, 2021).
Sobre las influencias, Hidalgo ha revelado que tiene su particular "altar de desquiciadas", con autoras que hacen "esta literatura en el que las protagonistas femeninas no son solo objeto de violencia, sino que también abrazan esa violencia", un altar en el que sitúa a Elfriede Jelinek, Ariana Harwicz, Olga Tokarczuk, María Fernanda Ampuero o Duras.