El viento sopla a favor y los datos lo confirman, pues la energía eólica, que el año pasado produjo el 14% de toda nuestra electricidad, ha continuado creciendo, como el hecho de que ya en varias ocasiones más de la mitad de la electricidad que consumimos  nos la ha dado el viento. Gracias a ello, las centrales térmicas de carbón y de gas han visto reducida su producción y con ello nos hemos ahorrado millones de toneladas de CO2. Esto parecía una absoluta utopía pocos años atrás.

Pero siendo importante lo que se ha avanzado, es mucho más lo que está por delante. Según el escenario avanzado de [R]evolución Energética de Greenpeace, la eólica podrá aumentar en más de 60 veces su generación de electricidad para 2050 en el mundo.

Ahora ha llegado el momento de definir qué futuro queremos. El Gobierno tiene que presentar antes de final de mes ante Bruselas su plan de energías renovables para 2020. Ya nadie discute que para entonces la eólica será nuestra principal fuente de energía. Sin embargo, existen fuertes presiones de las eléctricas para que esa contribución no sea demasiado alta. La perversión va más allá, e incluso han pretendido enfrentar a unas renovables contra otras.

Debemos dejar las cosas claras: la energía eólica y las demás renovables se complementan, y juntas, tienen sobrada capacidad para suministrar todas nuestras necesidades de electricidad, dejando atrás a los combustibles fósiles, causantes del cambio climático, así como a la pesadilla nuclear. Por eso el único objetivo admisible es un 100% renovable, y como primer paso el plan de renovables debe fijar como objetivo que en 2020 al menos un 50% de la electricidad que se produzca en España sea renovable.