Cuando viajamos, es fundamental practicar un turismo responsable con la flora y la fauna que nos encontremos. A veces, no nos damos cuenta de que las actividades que escogemos y que se nos ofrecen como divertidas, emocionantes o incluso como educativas, pueden perjudicar a los animales, por muy inocentes que parezcan.
Los animales salvajes en ningún caso van a comporse docilmente sin haberlos "educado" previamente. Domar a un animal salvaje es lo peor que le puede ocurrir, porque se le rompen sus institos, su naturaleza. Consiste en demostrar al animal quien manda a base de castigos, recompensas, se les cortan las garras y se les quitan los dientes para que sean inofensivos. Es decir, pasan por un sufrimiento que no vale, ni de lejos, lo que tú pagas para entrar al circo.
Por eso, debemos evitar ser cómplices de estas actividades. Los elefantes que pasean a turistas se pasan horas encadenados, no pueden moverse libremente, muestran comportamientos estereotipados, como balancearse de un lado a otro, de delante a atrás y, a veces, mueven sus piernas de manera angustiante. Estos movimientos reflejan estrés, aburrimiento y falta de enriquecimiento en sus vidas. También, el uso reiterado de cadenas pueden provocar heridas en sus pies.
Los delfines son animales de gran envergadura, fuertes y perfectamente adaptados a la vida en el vasto océano. Si se les limita a un espacio cerrado y se les somete a interacciones forzadas, pueden desarrollar un comportamiento violento. En muchas ocasiones los delfines son capturados de su hábitat natural y transportados durante miles de kilómetros solo para el disfrute de los turistas.
Desde Hazte Eco defendemos el respeto y el amor hacia los animales, por eso condenamos este tipo de castigos a los que se ven sometidos en algunos países y os recordamos que, aunque a veces, lo que parece un atractivo turístico, esconde un maltrato animal.