La idea de Juan surge hace tres años, cuando reclamó sin éxito que se rehabilitase el jardín vertical de la Plaza de La Luna.

Al no hacerle caso, decidió crear pequeños jardines verticales en la calle con material reciclado, concretamente en la calle Pez donde él vive.

Para el diseño de estas macetas utiliza zapatos y pantalones que le dan los vecinos. Y para el sistema de riego usa botellas de plástico que se conectan a las macetas a través de una mecha.

Dentro de los pantalones mete todo tipo de material moldeable, como el papel, para conseguir que tengan la forma de las piernas de una persona y después coloca los zapatos.

Las plantas las encarga a una florista del barrio y suelen ser muy económicas y de temporada para que aguanten en la calle con el mínimo riego posible.

Estos jardines se han convertido en un gran atractivo turístico y en un 'photocall' improvisado para todos.

Pero el deseo de Juan es que esta iniciativa se expanda por otras zonas de la capital y que se prolongue en el tiempo, una labor que necesita 'padrinos y madrinas' que se encarguen de cuidar, regar y conservar las plantas.