El sorprendente estudio sobre las "Formica Selysi", unas hormigas que habitan en planicies propensas a las inundaciones, muestra que la construcción de balsas plantea un dilema social, dado que algunas posiciones implican más riesgo individual que las otras.

Llevadas al labotarotio y sometidas a innundaciones simuladas, los investigadores observaron que “las obreras quedan distribuidas por toda la balsa, las reinas siempre están en el centro protegidas por todos lados, y el cien por ciento de las pupas y larvas quedan en la base”, según el artículo de la Public Library of Science, donde se publicó el estudio. 

Los experimentos mostraron que las obreras y las pupas son extremadamente resistentes a la sumersión. “Esperábamos que los individuos sumergidos en la base de la balsa pagaran el costo más alto y nos sorprendió ver que sistemáticamente colocan a los miembros más jóvenes de la colonia en esa posición”, señaló Jessica Purcell, autora de la investigación.

Las obreras protegen al individuo más importante de toda la colonia, la reina, y usan la mayor capacidad de flotación de las pupas para proteger al grupo y minimizar las lesiones y muertes. Según el estudio, “La colocación de todas las pupas y larvas en la base de una balsa coherente brinda varios beneficios: preserva la integridad de la colonia, saca ventaja de su mayor capacidad de flotación y aumenta la proporción de obreras que se recuperan inmediatamente después de la necesidad de la balsa”.

Las hormigas no dejarán de sorprendernos, y es que a demás de construír balsas, se han visto sociedades de hormigas que, para defenderse, forman una línea con las obreras más grandes y escuadras de obreras más pequeñas para bloquear el avance de las hormigas invasoras. Otros insectos también siguen este tipo de iniciativas. En Japón, las abejas de miel rodean a las avispas predadoras, que son más grandes, formando un ‘horno’ que eleva la temperatura y mata a la intrusa.