Una población de gatos callejeros viven y sobreviven, como pueden, en las calles de Oshima, un pueblo pesquero prácticamente gobernado por estos felinos.

Los primeros gatos que poblaron la isla se trajeron para encargarse de los ratones que se colaban como polizones en los barcos pesqueros. Pero, al no haber medidas de control, la población fue multiplicándose hasta superar en número a los habitantes.

Los seres humanos fueron quiénes, hace 380 años llegaron a la isla, de 1,6 kilómetros. En 1945, de hecho, era el hogar de aproximadamente 900 personas

Aoshima se sustenta principalmente de la pesca y del turismo, que llega hasta este lugar atraído por el estado de un pueblo casi fantasma que es conocido, popularmente, como la isla de los gatos.

Estos felinos se acurrucan en casas abandonadas y sobreviven pidiendo o saltando para robar la comida a los visitantes más despistados aunque la encargada de alimentar regularmente a estos animales es la enfermera del pueblo, que suele sentarse frente a las escaleras del centro médico de Aoshima.