A pesar de los carteles educativos del zoo donde se indica que está prohibido dar de comer a los animales, el público lo sigue haciendo, quizás por desconocimiento. Sin embargo, es fundamental saber que cada especie sigue una dieta muy concreta que hay que respetar.

Para concienciar sobre la importancia de cumplir con las normas, la directora hace una comparación: “Es igual que si a nuestros hijos les alimenta un desconocido y tienen una intolerancia, entones, puede ser bastante peligroso para su salud”.

Por otro lado, el hecho de que el público lance comida a los animales, puede provocar enfrentamientos entre ellos, especialmente entre especies que tengan una peor relación.

Para evitar este problema, está presente un personal de operaciones del parque durante todo el día, aunque lo más importante, según afirma Maria José, es “la colaboración del público, el civismo y la educación para respetar el bienestar de los animales”.

El zoo también trabaja en reintroducción de especies limitadas; durante los últimos años está participando en el proyecto de la foca Monje del Mediterráneo, una especie que se daba en España unos años atrás y que ahora está extinta en nuestro país.

También ha trabajado en otros proyectos como el de reintroducción de la gacela Dorcas en Senegal, que era ya una especie extinta. Por su parte, en el caso de los osos Panda, en China, también se han realizado tres o cuatro reintroducciones.

Además, el zoo investiga sobre especies que están bajo amenaza, tales como el rinoceronte indio, para las que aporta financiación y apoyo legal a fin de evitar que se lleve a cabo la caza ilegal de esta especie en Sudáfrica.

Por último, otro dato importante y curioso es que el zoo, junto con todas las instalaciones de los animales, es un espacio de interés cultural. Esto se debe a que es obra del arquitecto Javier Carvajal, que lo diseñó en los años 80.