La gestión post mortem de nuestra vida digital ya es una realidad. Cada vez son más las personas que se preocupan por cuál será su legado a nivel digital, cómo serán percibidos en la red y qué huella dejarán a sus familiares y personas allegadas. Un dato significativo: los investigadores del Oxford Internet Institute calcularon que dentro de 50 añoshabrá más usuarios muertos que vivos en Facebook. Las redes sociales se están convirtiendo en un cementerio digital. No es de extrañar que las instituciones se hayan apresurado a crear un marco legal o que existan multitud de compañías que gestionan tu legado digital, desde el testamento, hasta la gestión de reputación o la herencia digital.

Si durante las primeras décadas del siglo solo gestionábamos nuestra vida en Internet, ahora comenzamos a gestionar nuestra muerte. La periodista y especialista en el ámbito digital Susana Pérez Soler reflexiona sobre la influencia de Internet en nuestra concepción de la muerte: “Internet ha cambiado la manera de relacionarnos en la vida, y también en la muerte. Tiene que ver con la identidad. Tanto en el entorno profesional como personal, Internet nos ayuda a construir nuestra identidad. Es una carta de presentación a la hora de encontrar trabajo, amistades o pareja. En el terreno de la muerte, nos permite jugar a ser dioses y extender nuestra presencia más allá de nuestra vida. Cada día, la identidad digital que construimos en vida va más allá de nuestra muerte”.

Los derechos sobre nuestra imagen tras la muerte no siempre estuvieron presentes en la humanidad. El escritor y docente universitario Carlos A. Scolari señala cómo Internet ha influido en la sociedad, en la forma de ver, sentir y padecer la muerte: “A excepción de las personas con muchos recursos o que ocuparon cargos importantes, que pasaron a la historia en forma de estatuas de bronce, retratos al óleo o bustos de mármol, antes de la invención de la fotografía la mayoría de las personas no tenía la posibilidad de perdurar más allá de la muerte. Su presencia se limitaba a los recuerdos de familiares y amigos. La fotografía, podríamos decir, democratizó y popularizó ese recuerdo futuro. Dos siglos después de la invención de la fotografía, somos la primera generación que dejará para la posteridad un inmenso patrimonio textual e iconográfico en las redes digitales”. El axioma es sencillo: a más tiempo y actividad en la red en vida, más señal dejará en la muerte.

¿Eliminación u homenaje?

Durante las primeras etapas de la vida en Internet, la hiperactividad cegaba a la sociedad, que no miraba más allá de la vida: lo habitual era que la mayoría de perfiles y cuentas de personas fallecidas se abandonaran. Pero, poco a poco, la sociedad se ha ido cuestionando más su relación con la muerte y ganando conciencia de la presencia digital más allá de la vida. Muchas personas han querido así eliminar su rastro o dejar de forma expresa alguna fórmula de homenaje.

En la línea de homenaje eterno se sitúa Emortal, que asegura que nuestro legado digital permanezca activo con el tiempo, convirtiendo la información de forma automática a su formato más actual. La plataforma te permite dejar mensajes para el futuro, contar con una caja fuerte de información o dejar datos sobre tu árbol genealógico. En España existen también especialistas en la materia, comoMi Legado Digital, que ofrece una amplia variedad de servicios: desde un testamento digital, hasta la posibilidad de un velatorio o servicios de reputación online, que protegen tu huella digital.

Las redes sociales de mayor hegemonía se decantan por dos posibilidades: una versión conmemorativa de tu cuenta o la eliminación de la misma. Facebook e Instagram tienen el mismo sistema al tratarse de la misma compañía. En LinkedIn cuentan con una sección de preguntas y respuestas detallada, con la que crear la cuenta conmemorativa. Google, por su parte, permite asignar una persona de confianza.

Imagen de LinkedIn de un perfil conmemorativo
Imagen de LinkedIn de un perfil conmemorativo | LinkedIn

Para poder proceder a la eliminación de la cuenta por parte de un familiar, algunas redes piden certificados de defunción o una prueba legal de familiaridad. Este tipo de gestiones suelen caer en una persona de la familia con un mínimo de conocimiento digital, pero no siempre es así. También puede cumplir este rol un albacea digital, una persona externa a la familia que ha sido designada en un notario. “Nuestros datos son material de valor para las empresas tecnológicas. Si no queremos que hagan negocio con nuestros datos, es importante darte de baja. Podemos, en ese caso, crear un testamento con las últimas voluntades digitales”, señala Pérez Soler.

La legalidad en España

El marco legal en España es la Ley Orgánica 3/2018 de Protección de Datos Personales y garantía de los derechos digitales, centrado en dos aspectos fundamentales: representación y testamento. Según el mismo, las personas vinculadas a la persona fallecida por razones familiares o sus herederos son los que se podrán dirigir al responsable del tratamiento de los datos personales para acceder a ellos y solicitar su rectificación o supresión. En el caso de que la persona fallecida haya designado a personas o instituciones para ello, podrán encargarse de los datos y realizar las instrucciones recibidas. Si la persona fallecida es menor o presenta una discapacidad, sus representantes legales podrán ejercer esta función.

La misma ley regula en el artículo 96 el derecho al testamento digital. Las personas vinculadas al fallecido por razones familiares o de hecho, así como sus herederos, podrán acceder a los contenidos e impartir las instrucciones que estimen oportunas. Quienes se encarguen del testamento digital podrán decidir qué hacer con el mantenimiento o eliminación de los perfiles personales en redes sociales. La excepción es cuando la persona fallecida lo haya prohibido expresamente. Cataluña es la única comunidad autónoma que tiene una ley específica para gestionar esta cuestión.

Si bien en tiempos recientes la muerte digital suponía sobre todo cerrar cuentas bancarias y borrar perfiles en redes sociales, la complejidad de los últimos años ha propiciado otro escenario. La creciente actividad económica y vital en la red puede conducir a que determinados servicios de suscripción sigan pagándose, se pierdan contraseñas o se queden bienes inaccesibles por la creciente tendencia a la encriptación. Esto complica las últimas voluntades, siendo cada vez más necesario que además de decir el qué queremos gestionar tras nuestra muerte, tengamos que señalar el cómo.